PERIODISTAS QUE TERTULIAN
Estos jóvenes, a quienes están viendo, son periodistas del siglo pasado. El mayor de ellos tiene 94 años y el menor, el más pulpín, 74; o sea yo. Son miembros de la Tertulia del Chivo Humberto Castillo, en homenaje al más grande reportero de todos los tiempos, capaz de escribir dos o tres páginas para un periódico de la época, sin recurrir a grabaciones, ni apuntes de ayuda, si no, todo de memoria, en máquina de escribir y con los diez dedos. Antes que se desatara la pandemia, que el lagarto no supiera enfrentar, estos muchachos solían reunirse, los viernes de cada semana, en un restaurante de comida rápida en Miraflores, de diez a una de la tarde, hasta que empezaban a llegar los comensales y ocupar las mesas del segundo piso. Entonces, guardaban los papeles, recogían los vasos descartables de café, se ponían los gorros, quienes solían usar gorros, y salían uno detrás de otro, a paso lento y perfecto orden, para despedirse en la Av. Larco, hasta la siguiente semana. Luego de que el virus amenazara con su rostro de muerte, los periodistas se recluyeron en sus casas, como todos en el Perú, se pusieron buzos deportivos y enfundaron el cuello con gruesas chalinas para atisbar las calles, detrás de sus ventanas, mientras la soledad empezaba a tomar forma en sus vidas. Algunos aprovecharon los días de encierro, para continuar con proyectos en marcha o iniciar otros nuevos, en el campo intelectual. Así, se sentirían mejor, como en los viejos tiempos.
Fue el caso de Domingo Tamariz, el más longevo de la Tertulia, quien se puso a terminar cuatro libros, a la vez. Nadie lo podía creer. Los periodistas pensaron que era parte de su imaginación. ¿Será por la edad que construye fantasías?, se preguntaron. Nada de eso. Domingo, decía la verdad. Él era un periodista de madera antigua. Bohemio impenitente, en sus años mozos, director, por décadas, de su revista Vistazo. Editor, al mismo tiempo, de periódicos de hace 70 años como La Crónica, Caretas y un largo etcétera. Historiador de temas puntuales, tiene agotados sus libros Historia del poder, La ronda del general, La noche de los coroneles y lo más emblemático en él: Memorias de una pasión, en tres tomos que, en conjunto, suman mil 200 páginas. Allí está la historia del periodismo peruano de mitad del siglo XX, hasta la actualidad. En sus páginas han quedado registrados los acontecimientos políticos más importante del Perú contemporáneo y desfilan los periodistas, como protagonistas de esos hechos. En el mes de octubre sale el cuarto tomo de Memorias de una pasión, les dijo a los de la
Tertulia, mientras almorzaban un sudado de lenguado, en el cercado de Lima. No era broma, entonces. Domingo Tamariz, Dominguito, de cariño, estará presentando su último libro a sus 94 años, en el Colegio de Periodistas del Perú. “No será el último, vienen un par más”, alcanzó a decir, ya en el Berisso, café al que se trasladaron para matar la tarde con un capuchino.
Los periodistas de La tertulia son personajes que hicieron historia en el periodismo. La tarde del almuerzo se dieron cita Justo Linares, fundador del noticiero “90 segundos” de Latina Televisión y jefe de informaciones en los programas periodísticos de Panamericana televisión, canal 9 ATV y América televisión, además de haber sido cronista deportivo y parlamentario en Última Hora y La Tribuna, diarios que ya no existen; César de los Heros, primer jefe de informaciones que tuvo el suscrito en el diario Correo, un periodista cabal, caballeroso y reservado en su vida, que se desempeñó como gerente de comunicaciones en una prestigiosa entidad bancaria por más de 30 años; Francisco Ugarteche, un caballero sobrio y elegante, que no parece periodista, de las canteras de Tacna, defensora de nuestra peruanidad, ex presidente de radio y televisión del canal 7, medio oficial del estado peruano y Henry Aragón, periodista locutor de intensa actividad profesional, forjado en la envidiable ciudad del Cusco, depositario de una cantera de anécdotas periodísticas a su paso por Andina, la agencia de noticias del estado y el canal 7 y Radio Nacional, de los que fue un alto ejecutivo hace una treintena de años. Y si, usted, se fija en las fotos que se publican, verá que también se encuentra este servidor, cuya historia de vida quedará, por ahora, en la clandestinidad.