Mario Fernández Guevara
Escrito porAuthor: Mario Fernández Guevara
Periodista

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Si los responsables franceses de la organización del amistoso entre las selecciones de Francia y Perú hubieran adivinado que esa tarde/noche del 28/4/1982 se iba a presentar un fútbol tan preciosista de toque y más toque por parte de nuestra Selección que dirigía el brasileño Elba de Padua Lima, ‘Tim’ a secas, no se hubieran equivocado si por los parlantes del majestuoso estadio ‘Parque de los Príncipes’, en un momento dado, hubieran entonado por los parlantes la ‘Quinta Sinfonía’ de Beethoven.

No hablo demás porque yo estuve presente ese día. A tal belleza de despliegue futbolístico de Cueto, Uribe, Velásquez, Oblitas, Leguía, La Rosa… las cuatro notas contundentes del comienzo de Beethoven hubieran calzado perfectamente-en esos 90 minutos y más de juego- pero en el Mundial español nos eliminaron muy pronto y como que el destino no nos llamó a la puerta.

Tuve la suerte de estar ubicado delante del Jefe de Deportes de la Agencia France Press, Rafael García y con él una retahíla de colegas franceses de diarios y revistas franceses que ese día se ‘disponían a ver ganar’ al equipo que capitaneaba Michel Platiní sobre un impecable gramado, que logramos pisar dos días antes en una visita de rigor para recoger nuestra credencial. Un escenario, sin duda, adecuado para los que ese día tuvieron la suerte de ver tal despliegue de fútbol que unía técnica y plasticidad del seleccionado que, por ausencia de Héctor Chumpítaz lesionado y no viajó, tuvo con el brazelete a Rubén’ Panadero’ Díaz.

Desde la perfecta ubicación que tenía aprecié que Platini le dijo algo a Toribio y este solo asintió con su cabeza de arriba hacia abajo mientras intercambiaban banderines. Cuando 36 años después preparando el libro “Los Mundialistas” que lanzó “El Comercio” previo al Mundial de Rusia 2018 le pregunté a Toribio si se acordaba qué palabras cruzó ese día con Platiní me dijo esto: “No entendí nada porque no domino el francés, como imaginarás, pero sí recuerdo estas dos palabras ‘bonne chance’ (buena suerte) y el tipo me pareció buenísima gente por eso no lo llegué a ´raspar’”.

Pero vayamos a lo que pasó hace 40 años en París. Sobre la cancha se veía no solamente el despliegue físico de nuestra Selección sino la forma cómo hilvanaban los toques con  triangulaciones a mil por minuto entre Cueto, Uribe, Leguía, Oblitas, Velásquez -para sólo citar a ellos cinco- que los defensores franceses parecían locos porque no podían detener semejante avalancha de juego siempre hacia adelante. Así llegó el gol injustamente anulado a Oblitas por posición adelantada que no hubo. Ni siquiera ello bajoneó a los nuestros que siguieron jugando como nunca, si cabe el término.

Es en ese momento del juego en que volteo a ver a los colegas franceses que estaban sentados detrás de mí y más de uno tenía sus manos sobre sus mandíbulas moviendo de aquí para allá cómo la pelota la llevaban y la traían los nuestros.  Les importaba más ver el espectáculo que se ofrecía sobre la cancha.  Al diablo los apuntes. Al término del primer tiempo, Rafael García me dijo: “¿Así juegan siempre ustedes? ¡qué técnica! ¡qué dominio del balón! Me parece que jugaran adivinando lo que cada uno va a hacer. No me atrevo a decirte lo que podrán hacer en el Mundial que los espera”.

Llegaría el gol de Oblitas de una jugada que la gestó Uribe por la derecha y Juan Carlos la concluyó en la izquierda, dentro de ese juego vertiginoso que fue una reiterada costumbre, con un remate cruzado al otro palo que esperaba el meta Baratelli. Con ese gol le ganamos al once que dirigía Michel Hidalgo que venía con una larga campaña invicta en amistosos y partidos eliminatorios.

Concluyo. En la conferencia de prensa, Tim sentado frente a la batería de preguntas de los colegas franceses habló muchísimo más del seleccionado francés que del nuestro. No escatimó esfuerzo alguno desde Platiní hasta el meta Baratelli. Cuando solos los dos íbamos rumbo al ómnibus le hice llegar mi inquietud del porqué ningún elogio a nuestro equipo que, incluso, había ganado merecidamente, Tim un sabio toda su vida porque, además, de crack en su país y en la Argentina fue un estratega sin par, me alcanzó a responder: “Mira Fernández, cuánto más elogios brindas al rival al que has derrotado, mayor mérito tiene tu triunfo. A ver qué publican mañana”. Ni hablar.

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