Umberto Jara
Escrito porAuthor: Umberto Jara
Escritor, periodista y abogado

hj trs de nviembre

Estoy podrido de tanta inmundicia y, a la vez, me conmueve haber vuelto a oír la voz de un amigo tan querido y ausente. Estoy harto de tanta estupidez con sus correspondientes necios y bobos exhibiéndose sin pudor en las redes tan opinantes y, sin embargo, me conmueve volver a escuchar lo escrito por un amigo que me enseñó tanto y al que sigo queriendo en su ausencia. “Aborrezco los fundamentalismos, la solemnidad, la estupidez. Con los años uno cambia, se pierden intensidades y convicciones irrefutables, crece el escepticismo, se gana en crítica y autocrítica”.

En esta vulgar comarca que ha sepultado valores antes tan esenciales, no sé si aún tengan alguna vigencia ciertas palabras importantes. Hundidos en este lodazal de ignorancia, palabras como respeto y honradez, por ejemplo, ¿qué significan? Hubo un tiempo en estas calles en que no había que explicar en qué consistían ciertos vocablos. Si alguno se salía de vereda, bastaba decir, por ejemplo: respeto, honradez y las cosas volvían a cierta normalidad, acaso endeble pero vigente. Y así andábamos. Buenos días señor, buenos días señora. Y el pan tenía el peso acordado, la leche era leche y no edulcorante, los noticieros sin mentiras abusivas, los profesionales con estudios serios.

Estas esenciales simplezas deduzco que han de ser un mayúsculo disparate para tanto defensor de la delincuencia que nos envuelve. No me interesa lo que piensen. No tengo comercio con esos mercaderes. Me preocupa haberme tropezado con esta duda: ¿tienen vigencia ciertas palabras? por ejemplo, la palabra Poeta. ¿Por qué específicamente esta palabra?

Ocurre que hallé un link colgado por mi querida Charo Cisneros y encontré allí la voz de Antonio Cisneros leyendo su poesía y Charo, su hermana, me ha traído a recuerdo que es octubre y que ya han transcurrido diez años y él era (y sigue siendo) un poeta de altísima dimensión nacional e internacional.

Antonio Cisneros. Lo leí con la admiración incondicional que solo se tiene en la adolescencia y lo tuve siempre en santísima trinidad junto a César Vallejo y Martín Adán. Después lo conocí y trabajé con él y pude ver cómo componía su escritura hermosa en verso y en prosa. Y era tan generoso que me enseñó las primeras lecciones de periodismo y otras mejores lecciones sobre este país y sus gentes melindrosas. Y era tan abundante en su generosidad que me abrió las puertas de su hogar y me regaló su amistad a pesar de ser yo apenas un imberbe universitario. Un amigo, en el real y estricto significado de la palabra.

Antonio Cisneros. “Aquí están escritos mi nacimiento y matrimonio, y el día de la muerte del abuelo Cisneros, del abuelo Campoy”. Y tu muerte, Toño, en octubre. Hace diez años. Apenas 69 años. El cangrejo, al que solías aludir.

Me pregunto ahora en la mesa solitaria, con tantos olvidos ¿qué significará para muchos la palabra Poeta, la palabra Poesía? ¿Sabrá el mundo de hoy lo que significan esas palabras o las habrán sepultado en el alud de las vanidosas selfies o los tuits sanguinarios? Quién sabe. Y no interesa. Si están extinguiendo los nevados y pudriendo los mares, poco ha de interesarles la belleza de la poesía. Pero tus libros, Toño, están y no son pocos los que tienen tus páginas en sus libreros. Siguen vigentes también las viejas y extensas charlas sobre esta ardua comarca llena de adefesieros —una de tus palabras favoritas—. Antes nos bastaba decir como decías: “Cierro la puerta con 2 vueltas de llave, toco madera”; ahora, la tolerancia a la podredumbre arrasa con la calma de las llaves y el talismán de madera.

Aquí estamos, en tu ausencia, abandonados a la vera del camino, con apenas un manojo de preguntas: ¿qué significan hoy las palabras en este deshecho país en el que cada quien hace lo que le viene en gana? ¿de dónde salió esa costumbre de enlodarse en inmundicia? ¿quién enseñó a sepultar la justa rabia para convertir a casi todos en espectadores de la mugre? Si las leyes, si el orden, si el país, esa casa que habitamos, no le interesan a nadie ¿a quién podrá interesarle palabras con significado; por ejemplo, respeto, honestidad, poesía? Aquí estamos, querido Toño, con tu pregunta de entonces: “Qué se ganó o perdió entre estas aguas”.

No es descortesía recordarte con estos rezongos. Hoy estarías sentado en el altar de la conversación, apuntando y explicando con molestia y certeza el origen de las miserias de este tiempo. Habrá otro momento para rememorarte solamente con tu inigualable poesía, con tus crónicas impecables, con tus asertos, con tus anécdotas, con tu arte para la conversación, ese perdido privilegio con tantas nucas silenciosas hundidas en el aparatejo telefónico. Pero, ahora, “cómo hablar del amor, de las colinas blandas de tu Reino, si habito como un gato en una estaca rodeado por las aguas”.

Antonio Cisneros. Te seguimos amando, Toño, viejo amigo, ahora más que nunca porque cada vez que me canso, que me harto, que me lleno de rabia, recuerdo aquel bar en que me enseñaste que, mal que bien, uno está condenado a querer a este país como se quiere a un hijo tullido.

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