Hace cien años nacía en Cuba el gran Bartolomé Maximiliano Moré, “Benny”. De él se dice que no tuvo precedentes ni ha tenido sucesor de genialidad y talento. El Benny es la síntesis en todo caso de toda la música de la isla. Sin embargo, aparte de un monumento en la provincia de Cienfuegos y un par de placas en La Habana no queda nada material en Cuba. No obstante, su voz y su música vive en el espíritu de todos los cubanos. Celebremos este siglo del genio.
1.
En La Habana Dios estaba de vacaciones. La visita del Papa Francisco a Cuba en setiembre del 2015 no tuvo el efecto de conmoción que ocurre con en otras latitudes. Se respetan las religiones pero los habaneros, por ejemplo, reverencian a otros dioses. A parte de Fidel Castro, su otra deidad es Benny Moré sobre todo, cuando se le escucha cantando Boleros ahí en el Bar San Juan de la Calzada Infanta a unos metros de Radio Progreso en El Vedado, La Habana. Benny en boleros es aquel que justifica la frase de mi recordado amigo Luis Delgado Aparicio: “que en el bolero está representada la lógica del predominio, los latidos del corazón, su neblina neuronal y el pulso animal que llevamos dentro”.
Y si Benny Moré no es un dios en Cuba de pronto ya es un santo ateo en toda la isla. Se dice y se lo llama siempre en presente. “Como si fuera un amigo cercano, un vecino inmediato, como si nunca se hubiera ido, como si todavía su voz estremeciera el Ali Bar, el night club que convirtió en guarida personal y donde sus seguidores solían esperarlo cada noche, no importaba la hora a la que irrumpiera por la puerta para que se desatara el delirio. Nadie podía resistirse a su incomparable voz, a su inigualable carisma, a su singular manera de hacerlos bailar” dice la periodista Rosa Marquetti. Los cubanos de todas las partes del mundo hablan de él y lo tutean, le llaman simplemente El Benny, o El Bárbaro, El Bárbaro del Ritmo.
Pero ahora que recorro precisamente el Ali Bar, al sur de La Habana y a unas cuadras de la última casa que tuvo Benny en el barrio de Caballo Blanco, el sitio es un destino desangelado. Un mostrador casi vació y mesas y sillas metálicas sin gracia.Y nada que ver con el bar que desde 1955 tenía como principal anfitrión al Benny, a quien “escoltaban” figuras como Fernando Álvarez, Celestes Mendoza, Orlando Vallejo y otros. Leo en el diario Juvetud rebelde: “Moré, una leyenda hecha canción, se presentaba allí con un pequeño grupo acompañante, que incluía al fabuloso trombonista Generoso Jiménez; pero si estaba en La Habana, no era raro el encuentro musical con Benny en otros sitios como La Campana, El Sierra, Tropicana y Montmartre. Por cierto, en este último lugar, se presentó junto a Rita Montaner en la obra El solar, dirigida por el coreógrafo Alberto Alonso. Al acercarse la madrugada, siempre finalizaba actuando en el Ali Bar”.
Su misma casa apenas luce una pequeña placa que dice: “Aquí vivió el sonero Benny Moré sangre y espejo de nuestra condición mestiza homenaje de Cuba. Fundación de Cultura Afro-hispanoamericana, Sevilla, La Habana, 1998”. En El Vedado, el bohemio barrio tal cual Barranco limeño, en la calle K y 21, frente al Coppelia, vive Regla Armenteros, una dama alegre y sabrosona, sobrina nieta de Benny. Ella me está contando que la dispersión de la familia se debe a que Benny tuvo varios hijos, algunos no reconocidos y aquello produjo que existiera conflicto y otras disputas.
2.
Cuenta Mauricio Vicent que un mes antes de fallecer el Benny, recibió a un periodista del diario Revolución en su casa del barrio del Caballo Blanco, y le enseñó la huerta de su csa donde la criaba gallinas y patos a los que le ponía nombres de músicos. Benny contaría que era complicado conseguir el alimento y para ese tenía su “maquina” señalando al enorme Cadillac Fleetwood 1958 modelo Sixty Special de color azul, importado por la Ambar Motors antes de que el enfriamiento de las relaciones entre Washington y La Habana. Fue la última entrevista de su vida. Tras su muerte, aquel carrazo con cola de pato con faros traseros psicodélicos y aletas de nave espacial pasó a manos de un familiar que lo tuvo mucho tiempo guardado. El Cadillac apareció de pronto en la provincia oriental de Las Tunas y un día, años atrás, alguien se lo propuso al músico José Luis Cortés, sí, el mismo director de NG La Banda. Hoy se lo ve rodando por las calles de La Habana al popular “El tosco” y conduciendo el cadillac 58 del Benny que luce tal cual él lo dejó.
Cuando una camina La Habana quedan otros vestigios de los pasos del Benny. A tres cuadras del malecón habanero, en la esquina de Infantas con 25, se encuentran la memoria y el rumor de su música. Allí, a unos pasos se yergue el edificio celeste de Radio Progreso y exactamente al frente la boite Las Vegas. Hacia el otro lado queda todavía vestigios de los que fuera el Bar Celeste, que figura en la memoria de Guillermo Cabrera Infante y su novela Tres tristes tigres y la descomunal La Freddy. Bien, en todos esos recovecos habaneros se huele todavía la presencia del Bárbaro del ritmo, con la turba de sus músicos en una capital cubana de música y shows orgiásticos de aquellos años 50 de los tiempos de Batista.
Cuando Benny regresa en 1951 de México y ya se radica en La Habana, en la primera entrevista declaró al periodista Don Galaor de la revista Bohemia le decía: “Yo había venido a conquistar a La Habana y no me daba por vencido. Había que verme. Yo tenía fe en mi voz, en mis canciones. Me eché una guitarra bajo el brazo y me lancé a la calle a cantarles a los turistas y no me avergüenzo, Carlos Gardel hizo lo mismo que yo. Aquella tragedia duró unos tres años, más de lo que hubiera deseado. Yo quería cantar en La Habana. Triunfar en la capital. Pasaba mucha hambre, la pasaba muy mal, es la verdad, pero nada superaba la emoción de estar en la gran ciudad, para un guajiro pensar en La Habana era lo más grande de la vida”.
Pero un año después, en 1952 graba con la orquesta de Ernesto Duarte, también se presenta, con mucho acierto, en la emisora Mil Diez de la RHC Cadena Azul, donde estrena el ritmo “Batanga” con la orquesta de Ritmos de Cuba de Bebo Valdés. Mi amigo, el Chino Rafael Lam dice que en La Habana, Benny residió en muchos lugares: Paula 111, Reparto Hornos, en Marianao; en la calle Oquendo 1056, entre Clavel y Santa Marta, y finalmente el Benny se instaló, en 1957, en la ave. 43, entre 84 y 86, (ahora calle 243 entre 86 y 88), La Cumbre, El Caballo Blanco, zona de San Miguel del Padrón, cerca del Ali Bar. La casa fue mandada a construir por el propio Benny, es de dos plantas, con un conuco para sembrar y áreas para criar aves y animales.
Pero recuerda Lam que Benny fue la voz de la gran big-band. Con Pérez Prado antes, con Bebo Valdés luego y con Mariano Marceron después. Todo aquello le sirvió para conformar su imbatible Banda Gigante. Con ella reafirma su clase. Es excelente cantando lo mismo un son montuno, una guaracha, un bolero, que improvisando unas décimas campesinas. Pero lo que es aún más asombroso: es capaz de dirigir su gran orquesta de avezados músicos; hace brillantes arreglos y orquestaciones partiendo de los sonidos, sin haber estudiado música, ni poder leer una partitura. Benny le pedía a su director musical y compadre, además de genial trombonista (Generoso Jiménez), lo que quería de cada instrumento en una pieza determinada. El resultado son esos extraordinarios y modernos arreglos, que Jiménez articulaba y llevaba al papel pautado, y causaban el asombro y la complacencia de todos.
3.
Y el 10 de junio de 1958 aterrizó en el aeropuerto de Limatambo el vuelo de la línea Panagra un tanto atrasado. En él llegaba Bartolomé Maximiliano Moré conocido como el inigualable Benny Moré. Capítulo mayor en la lírica popular cubana. Sus grabaciones en el salón auditorio de Radio La Crónica, son una joya que hoy muy pocos atesoran. También son memorable sus presentaciones en las boites El Embassy, Las Brujas, El Olímpico de los bajos del Estadio Nacional, en el cine Monumental y la fiesta de despedida en el Circulo italiano. acompañado de músicos peruanos y bajo la dirección del saxofonista panameño Armando Boza y del pianista cubano Rolando Colombié.
En un ejemplar trabajo de investigación la web peruana “Salserísimo” narra de aquellos momentos: “Aquellos días de mayo que precedieron a la llegada del Benny, corrieron a ritmo de mucha cubanía. Lima acababa de aplaudir a Ignacio Villa, Bola de Nieve. También a María Luisa Chorens, Olga Guillot y a Rita Montaner. Las fiestas eran especialmente en el Grill Bolívar y en el Embassy, recintos al que llegaban las más espléndidas figuras que visitaban la capital peruana de entonces. Don Armando Boza, quien tuvo el encargo de armar la orquesta que acompañaría a Benny Moré, ya radicaba en esta ciudad y tenía amplio prestigio. Sono Radio le acababa de grabar un LP que contenía temas como ‘Las cuarenta’, ‘Amalia Batista’, ‘Sígueme y bailarás’, entre otros. Aquel disco había contado con las voces de Beto Ovalle, Tito Contreras y Rubén de Alvarado. Ese mismo mes la Sonora Matancera, vía el sello Seeco, presenta la placa en 78 RPM con dos temas de Celio González: ‘Sale a buscar’ y ‘Déjame ya mujer’.
En Lima, el ambiente social y político andaba tan dinámico como hasta hoy solo que sin Smartphone. Si en la sección Policiales, los crímenes y suicidios se disputaban los titulares; en la arena política, el segundo gobierno del presidente Manuel Prado se enfrentaba a una crisis económica y social, esta última vinculada, sobre todo, a la migración del campo a la ciudad. Y si la música era un escape. En lo deportivo, los limeños tenían al Mundial de Fútbol que aquel año se realizó en Suecia y, aunque no clasificamos, la ciudadanía estuvo pendiente de cómo le fue a Brasil, que al final resultó campeón.
Aquí debo señalar una de las grandes omisiones a la historia cuasi oficial del Benny es la reconocida biografía escrita por el cubano Amín Nasser. Lástima, no menciona en su libro esta visita al Perú. ¿Vino de incógnito? ¿Era un agente disfrazado de músico? No. Vino contratado por 7 mi dólares por un grupo de empresarios perunos que esos años se dedicaban a la música. Y muchas cosas hizo el Benny además de cantar. Uno de esos días limeños, lo llevan al Estadio Nacional para presenciar un partido de fútbol de Alianza Lima, el equipo de mayor fervor popular del Perú y que identifica a los negros desde 1901. Al final del encuentro, El Benny dijo: “lo que yo hago cantando, estos negritos lo hacen con la pelota”.
4.
Benny Moré había nació en Santa Isabel de las Lajas, 24 de agosto de 1919 y Fallece en La Habana 19 de febrero de 1963. De él dice Helio Orovio en su Diccionario de Música Cubana: “Unánimemente considerado uno de los más geniales artistas que produjo nuestra música popular. Brilló en todos los géneros”. El propio Bartolomé asegura que siempre tuvo vocación por la música: “Yo creo que empecé a cantar cuando me quitaron los pañales”.
A comienzos de los 40, en la emisora CMQ comienza un programa titulado Corte Suprema del Arte, en el que concursa todo tipo de artistas. Luego, con gran suceso integra el Trío Matamoros. En 1945 se radican en México donde graba para la RCA Víctor, junto con la orquesta de Mariano Mercerón: Me voy pal pueblo y Desdichado. También grabó en México con Pérez Prado: Bonito y sabroso, Mucho corazón, Pachito e’ che, Ensalada de mambo. El público lo bautiza así como El Bárbaro del Mambo. En 1952 graba con la Orquesta Aragón y luego decide formar su Banda Gigante. En 1957 actuó en Lima donde ya era un ídolo a través de sus discos. Su estilo abrió un camino ignorado por el canto y ritmo de aquel entonces.
Benny poseía una personalidad original y fue la culminación de toda una historia recorrida por el arte musical popular. Su voz, que recorría todo el registro vocal, tonalidades y tiempos, se doblaba en frases y gritos, acompañada de pasos bailables, creando una atmósfera envolvente. Pasaba de la interpretación de una canción tenue a un guaguancó, casi sin transición, consiguiendo en ambos la máxima calidad. Desconociendo la técnica, dirigía su gran orquesta, imprimiéndole un sello cubanísimo. Agravado por un mal hepático, el 16 de febrero de 1963, tres días antes de morir, Benny actúa en Palmira. Todo el día lo pasa en la cama, pero por la noche actúa y lo hace con éxito cantando sus temas: Dolor y Perdón, Maracaibo y Castellanos que bueno baila usted. De vuelta a La Habana empeora su estado de salud, con vómitos de sangre. En La Habana ingresa en el hospital de Emergencias donde fallece el 19 de febrero de 1963.
5.
En los años cincuentas, grandes boleristas cubanos llevaron al romántico ritmo temas de autores peruanos. La desmesurada Celeste Mendoza grabó “Con Locura” de Luis Abelardo Núñez. Y con estilo cercano al Benny, Leo Castañeda lo hizo con “El Plebeyo” de Felipe Pinglo Alva quien tocó esa temática mucho antes que el puertorriqueño Bobby Capó. Poco después, Olga Guillot convierte en himno una composición de Pablo de los Andes: “Sola”. Y hay más piezas peruanas que renombrados boleristas hacen éxitos internacionales, como “Osito de Felpa” de Mario Cavagnaro y “Ódiame” del poeta Federico Barreto y música de Rafael Otero López. Sin embargo, una de las versiones más logradas la canta Héctor Lavoe y la escribe Mario Cavagnaro: “Emborráchame de Amor”.
En nuestro país, coexisten dos formas de bolero que son opuestas explica la investigación de Pérez Aldave. Una es la del estilo cantinero. La otra está ligada al estilo clásico o más elaborado y tiene dos figuras de renombre internacional: La señora Rosa Palma Gutiérrez, más conocida como Fetiche, de tierna e impetuosa voz, triunfadora en varios países, como en la Argentina, donde es idolatrada, y de estilo emparentado con Toña La Negra y Olga Guillot. El otro personaje es una figura mayor del canto latinoamericano y se ha paseado con maestría por los más diversos estilos del bolero: Tania Libertad.
Otros compositores de vena esplendida serían Antonio Martell, prolífico compositor y cantante que hace años impuso “Como Dios Manda” (ese himno a la segunda oportunidad que siempre debe esperar todo amante herido y agonizante), Pepe Bárcenas, un respetuoso intérprete e investigador, y José “Chaqueta” Piaggio, tributario convicto y confeso de la vertiente afrocubana. Y para el final está la figura de Bárbara Romero – quien se forjó en La Nueva Canción y el folclor. Su propuesta recorre las fibras clásicas del bolero y también las conecta con el pop y el jazz.
(*) Fragmento tomado de mi libro EL SON DE LA HABANA . Lima, 2016. Grupo Editorial Lancom.