César Campos Rodríguez
Author: César Campos Rodríguez
Periodista y analista político

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La infeliz e insensata disputa territorial con el Perú que ha generado el presidente de Colombia, Gustavo Petro, no solo mortifica por su base disparatada y oportunista (la prédica patriotera siempre rinde algún fruto en nuestra tierra latinoamericana, sobre todo cuando los gobernantes pierden el afecto popular), sino también porque ahonda una fractura entre dos naciones plenamente hermanadas hace 90 años, tras el conflicto de Leticia. Fractura que el exguerrillero generó por solidarizarse con el delincuente y golpista Pedro Castillo Terrones, personaje de su mismo patio ideológico.

Perú y Colombia han tenido una relación armoniosa y envidiable en el subcontinente. Una identidad muy rica en todos los planos del desenvolvimiento social, económico, comercial y político. Desarrollamos una empatía natural con arraigo en las manifestaciones culturales como la literatura y la música. Quienes pasamos la barrera de los 60 años recordamos las cálidas lecturas escolares de José Eustaquio Rivera, Germán Arciniegas o Jorge Isaacs que —imagino— hoy llegan hasta el inevitable Gabriel García Márquez, Laura Restrepo, Juan Gabriel Vásquez, entre tantos. Igual ocurre con el disfrute de la cumbia y el vallenato en cualquier rincón peruano.

Admiramos, con profundo sentimiento democrático, la constitución del Frente Nacional entre liberales y conservadores (quienes, según la graciosa referencia del Gabo, solo se diferenciaban por ir unos a misa de 11 y los otros a la misa de 12) en 1956, para alternarse la conducción del gobierno tras la caída del dictador Gustavo Rojas Pinilla. Surgieron de ahí una rama de presidentes cultivados y admirables como Alberto Lleras Camargo, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana.

El Parlamento nacional recibió con júbilo la presencia de Julio César Turbay Ayala el 28 de julio de 1980, restaurada la democracia y asumiendo Fernando Belaunde su segunda administración. Igual a Belisario Betancur cuando le tocó a Alan García ceñirse la banda presidencial en 1985. Los bisoños periodistas de entonces empezamos a tener acceso a tales mandatarios de diferentes tiendas políticas, pero con cultura y señorío. Conocí y traté sucesivamente a Lleras Restrepo (ya anciano, pero lúcido), Virgilio Barco (quien fue anfitrión en la celebración de los 20 años de la Comunidad Andina, realizada en la Quinta San Pedro Alejandrino de Santa Marta, donde falleciera Simón Bolívar), Andrés Pastrana (como alcalde de Bogotá y luego presidente), Álvaro Uribe e Iván Duque (ambos estuvieron en Arequipa en 2015, en la clausura de PERUMIN. Gracias a una invitación de Roque Benavides, almorzamos después y sostuvimos una prolongada charla) y Juan Manuel Santos. Todos con un profundo y auténtico aprecio por nuestro país, como lo tenemos los peruanos por esa gente hermosa de Colombia.

Me pregunto siempre por qué esta misma gente hermosa dio el espaldarazo electoral a un tipejo tan atrabiliario e impresentable como Gustavo Petro. Cómo justificar a este individuo elemental y salvaje a quien ni lo más selecto de su entorno soporta.

Colombia, siempre en nuestros corazones, debe ser rescatada de esta pesadilla nauseabunda. Falta poco.

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