Le pregunté a una amiga periodista, de muy buen nivel, cuál era, para su experimentado, avezado criterio el tema de esta semana. ¿El pedido de prisión preventiva de la expareja presidencial, la interpelación de la ministra de Educación, o los gritos de lagarto prehistórico de la congresista Tamar Arimborgo?
Ella me respondió: “Bueno también en Argentina han colgado a los Kichner, luego las interpelaciones son un deporte parlamentario de lo más pedestre, pero pocas veces se puede asistir a un espectáculo jurásico que no sea obra de los efectos especiales. Fíjate: Lo de la Arimborgo, no tenía nada de truco, esta mujer es real y vive en nuestro siglo. Sabe que nos hemos posado sobre un asteroide, que hemos controlado a un robot sobre la superficie marciana, desde la Tierra, o sea a 225 millones de kilómetros de distancia. En suma, debe estar enterada de que el homo sapiens traspasó la heliosfera y está en franco viaje a las estrellas”.
Después de tamaño discurso quedé ciertamente convencido de que la señora Arimborgo había logrado erigirse en el personaje de la settimana, sin vuelta que darle. Honor al mérito. Si, pues, esa era la noticia de la semana en el Perú y podría haberlo sido en el mundo si el asteroide qué cayó sobre la península de Yucatán hace 66 millones de años hubiera acabado con todos los dinosaurios. Pero no fue así, algunos lograron sobrevivir y han mutado en políticos de ultraderecha, protofascistas. Son estos lunáticos que creen que un mundo nuevo, pacífico, de la gran seven, surgirá de las antiguas tradiciones y valores de la sociedad los descendientes de esas fantásticas criaturas. Y por eso se han ido hasta el Siglo de las luces para apagar el conmutador de la historia y regresar a épocas pretéritas donde la autoridad, la autoridad y solo la autoridad garantiza la felicidad terrenal. O sea: no hay mejor luminosidad que la que proviene de las sombras del pasado.
Yo, la verdad, pienso que si la delirante ultraderecha peruana en connivencia con los sectores duros de la Iglesia Católica tuviera todo el poder no vacilaría en intentar , nuevamente, consagrar el Perú a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, como lo intentara el obispo Dávalos Lissón en 1923. Como seguramente todos saben, a ello se opusieron en las calles los estudiantes, al frente de los cuales estaba uno que se llamaba Víctor Raúl Haya de la Torre. Cosa curiosa, pero hoy el Alanismo, que curiosamente nos regaló la sagrada imagen del Cristo de Odebrecht, no vacilaría en hacer retroceder la historia, porque conviene a sus intereses electorales.
Y a su turno nuestros compatriotas evangélicos podrían verse tentados a proponer la clitorisectomía, ¿por qué no? Si el colectivo CON MIS HIJOS NO TE METAS llega a poner un millón de gentes en las calles, puede cambiar los contenidos para la educación secundaria, doblando el número de páginas del capítulo sobre las cruzadas en los textos de historia, y consignando en los de geografía, la teoría alternativa la de la tierra plana. Qué carajo, el que puede, puede. Y el que no puede, ve poder.
Vivimos tiempos jodidos, pues, caros lectores. Corremos peligro quienes gozamos con el placer de la lectura y el placer de la cama. Los distópicos que nos amenazan, aparte de dejarnos sin diversión por las noches pueden imponernos en el futuro la Biblia como único libro. Claro, conociendo lo pendejos que son los peruanos, lo aficionados que son al catre, no creo que esta tiranía del aburrimiento dure por la eternidad.