Si nos tomamos la molestia de investigar los antecedentes del ‘Santiagazo’ llegaremos al primer año del primer gobierno de la señora Bachelet. En el 2006 los estudiantes secundarios se lanzaron contra el sistema educacional chileno, fue una gran y masiva protesta que fue conocido luego como la “Revolución de los Pingüinos”. Allí se forjaron cuadros políticos de izquierda como Camila Vallejo. El 2015 durante el segundo gobierno de Bachelet también ocurrió una serie de manifestaciones realizadas a nivel nacional por estudiantes secundarios y universitarios de Chile en respuesta a una serie de medidas propuestas en la reforma educacional impulsada por el régimen.
Resulta evidente que las protestas y manifestaciones de este octubre de 2019 han sido lideradas, principalmente, por estudiantes de liceos emblemáticos de Chile, y que tienen reclamos concretos que debian ser atendidos por el Estado. No es menos cierto que desde el 2006 existe, como señala Carlos Peña, el rector de la Universidad Diego Portales, una nueva generación "que se manifiesta cada vez con mayor intensidad". Ellos no recuerdan los tiempos de Allende y Pinochet y como acostumbran decir, tienen su propio rollo, entiéndase narrativa generacional.
Pero, pienso, que si quisiéramos explicar exclusivamente este estallido social, por obra de oleadas de delincuentes, o por la impaciencia y rebeldía naturales de la juventud, caeríamos en un error.
No han sido los politólogos, ni los sociólogos, menos políticos, los que me han hecho ver algo de realidad en el tema del estallido chileno, sino quien menos pensaba: el presentador de televisión Mario Luis Kreutzberger Blumenfeld , más conocido como Don Francisco. Este hombre dice “Busquemos un arreglo, pero no nos olvidemos del Arreglo de lo que quedó pendiente”. Al ser preguntado por el entrevistador en qué consiste ese arreglo él dice, con modestia admirable “No tengo la solución ni tampoco tengo el expertise de las personas de este panel”.
Dice hay que arreglar y respetar los acuerdos. Ajá. Quiere decir que la promesa de la vida chilena tras el pinochetazo parece haber sido una engañifa que lleva ya algunas décadas y la gente de abajo dijo basta. ¿Es posible? Yo creo que sí.
En el Perú tenemos algo que quizá pueda interesarles a nuestros vecinos del Sur en esta especial coyuntura. En 1945 Haya de la Torre dio un memorable discurso en la Plaza San Martín mirando al oligárquico Club Nacional; usó un lenguaje muy inteligente para que nuestra obtusa y primitiva derecha comprendiera que había formas efectivas de luchar contra el comunismo que tanto temían. Dijo: “No hemos venido a quitar riqueza al que la tiene, sino crear riqueza para el que no la tiene”.
Y entonces hay que buscar ese ‘arreglo’ al que se refiere Don Francisco, dejar de hablar del comunismo y el Foro de Sao Paulo y cojudez y media. La gente con poder económico debe meterse la mano al bolsillo, al hígado como dice el pueblo, y compartir las ganancias, no llevársela en paila, ni en Chile ni el el Perú. La gente no puede seguir oyendo de milagros económicos y viajando en un transporte caro y malo, muriéndose a plazos en las antesalas de hospitales asquerosos, ni cobrando pensiones risibles. ¿Quieren combatir al comunismo? La manera más efectiva de hacerlo es la justicia social antes de que la gente se canse de reclamar. Con la avaricia y la angurria solo se alfombra el camino de monstruosidades como Sendero Luminoso. ¿Capisce?