Mario Fernández Guevara
Author: Mario Fernández Guevara
Periodista

422776186_899065258885401_7367228377635101116_n.jpgEloy Jaúregui Coronado (Surquillo 1953-2024) perdió batalla que ningún ser humano va a ganar mientras viva: la muerte. Eduardo Galeano lo escribió: “Perder es el único pecado que en el mundo de hoy no tiene redención”. No hay ni habrá redención posible para no dejar de comenzar a extrañar a Eloy este personaje querido, colega inigualable que lo comencé a tratar en el Palco de Periodistas del Estadio Nacional mientras él trabajaba para “Expreso” y yo para “El Comercio” allá por la década del 80.
De ese Eloy desgarbado, flaco, bromista y siempre con las ocurrencias inimaginables a este Eloy del Siglo XXI pasaron muchas aguas. Las cristalinas y aquellas que se acompañaban eufóricos con el grito de ¡salud! Eran noches que no tenían fin tras los cierres de edición y/o de la mejor manera de tratar de predecir el futuro: es decir creándolo entre brindis y más ¡salud!
Eloy se paseó por sin fin de Redacciones y en todas dejó escuela
¡Qué decir de sus clases en las universidades donde dictó sus cursos de periodismo donde la Crónica lo tuvo como abanderado tras la partida de otra figura del periodismo peruano Manuel Jesús Orbegozo Hernández (Otuzco 1923-2011) -que hoy estuviera cumpliendo 101 años- y a quién siempre llamó maestro y del que siguió su huella.
Si MJO escribió crónicas y libros sobre la Guerra de Vietnam donde estuvo presente, sus entrevistas para “El Comercio” marcaron época. Estuvieron frente a él Mao, Yuri Gagarin, Ernest Hemingway y William Faulkner en un inglés tan perfecto que dominaba; Gabriel García Márquez, Jorge L. Borges, Pelé, la Madre Teresa de Calcuta, etc.
Eloy con sus crónicas tuvo el privilegio de redactarlas como propias de un periodismo literario como testigo presencial de los hechos que vivió y apreció en vivo y en directo. Si MJO llegó a decir modestamente “yo fui un sencillo testigo de mi tiempo”, Eloy sostuvo que “sus escritos tenían sabor a calle y esquina” y no se equivocó. Allí están sus libros que quedan con el sello de impereceredos como los de MJO.
Si de MJO guardo una gratitud inmensa porque fue mi primer Jefe de Redacción en “El Comercio Gráfico” allá por 1968 y hasta me tocó cubrir a su lado para “El Comercio” las Olimpiadas de Seúl ’20 años después (él para “El Dominical”); de Eloy no podré olvidar la gran amistad que nos unió, el respeto mutuo que nos tuvimos y de quién voy a mencionar esta sola anécdota -de las muchas vividas- que tengo con él: se hallaba esa tarde de visita en la Redacción de “Deporte Total” del decano el periodista argentino Jorge Barraza. Era y es su columnista de lujo en Deportes. De repente Jorge se me acercó y me pregunta: “Mario, ¿quién es ese señor de chalina que está sentado allí´”? Le respondí quién era. “¡Eloy Jaúregui!”, preséntamelo lo quiero conocer. Leo sus crónicas siempre y son una delicia de principio a fin”. Eloy tras darle la mano soltó la palabra que siempre lo acompañó en vida: “Maestro” para agregar “un gustazo saludarlo”.
Bohemio como Héctor Lavoe, el popular Eloy era capaz de respirar debajo del agua con una botella de pisco, el trago que más adoraba.
Me contó, cierta vez, Roberto Mejía Alarcón, ex Jefe de Redacción de “El Comercio y hoy rector de la Universidad Bausate y Meza que Eloy en una de las tantas veces que iba a visitarlo siempre le pedía le convidara una copa de pisco su bebida preferida. Roberto tenía una de vino y otra de agua. Su secretaria que ya sabía cuál era la de agua le entregaba el vaso a él y a Eloy la de pisco. Tras el brindis Eloy le decía: “Salud con el maestro, da gusto brindar con usted”. Solo en Ica a donde ambos fueron invitados Roberto no pudo escapar de tomar pisco: no había botella de agua y menos la secretaria.

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