El anuncio del pedido presidencial hecho ante el Congreso, para adelantar las elecciones generales para el 2020, opacó cualquier debate, análisis o evaluación del total del mensaje, en particular del tema ligado al sector agrario.
Bueno, el tema agrario ya estaba opacado por sí mismo, en razón de lo dicho por el presidente Vizcarra en los escasos cuatro párrafos dedicados a este, en especial de la agricultura de exportación.
Y es que a pesar de la importancia estratégica para el desarrollo del país que tiene la agricultura familiar – 2.2 millones de unidades productivas- como generadora de un sustancial porcentaje del PBI, de creadora de empleo permanente, de promotora de paz social en el ámbito rural, y; sobre todo, de garantizar la seguridad y soberanía alimentaria en el país, no merece su debida atención, como se ha confirmado en el reciente mensaje a la Nación.
Para este y anteriores gobiernos, hablar de agricultura es hacerlo del crecimiento de las agroexportaciones, sector que compromete apenas a un 3% de la cadena de productores nacionales y cuya lista de productos no tiene espacio en los mercados locales, mucho menos en las mesas populares.
Vizcarra ha dicho que el sector agropecuario ha alcanzado la tasa más alta de crecimiento de los últimos años; claro, sobre la base de las exportaciones de productos como las uvas, paltas, café, cacao, arándanos, espárragos, mangos, plátanos y quinua que, reiteramos, no están sobre las mesas populares del país, como sí lo están la papa y el arroz, por ejemplo.
Las primeras de esta lista referencial, con excepción del café y la quinua, corresponden a inversiones grandes y cuentan con mecanismos de apoyo que les brinda el estado. Las grandes irrigaciones levantadas con recursos de todos los peruanos sirven, casi exclusivamente, para estos productos; mientras la papa y el arroz, en los que el Perú es autosuficiente, no tienen ni medidas de apoyo ni mecanismos de protección, sino algunos paliativos y abundante indiferencia.
El ingreso al Perú de productos alimenticios subsidiados en los países de origen, franqueados por los acuerdos comerciales mal negociados, compiten de manera desleal y permanente con la producción nacional, y es precisamente en ese detalle que las inservibles y bien publicitadas “mesas de diálogo”, entre los gremios y el gobierno, no ha podido aterrizar.
Los gremios piden mecanismos arancelarios de protección para la producción nacional, y el ministerio de Economía, en su papel de guachimán de los grandes sectores empresariales, dice “no” en todos los idiomas.
“Una gran ventana de oportunidad se ha presentado para nuestra agricultura para continuar con esta exitosa senda de crecimiento gracias a los 14 Proyectos de Ley aprobados por el Congreso durante el primer Pleno Agrario celebrado hace unas semanas”, ha dicho el presidente Vizcarra ante el Congreso, seguramente no informado de la nulidad de los proyectos y de la cojera de las mesas de diálogo.
Para el “agricultor andino”, dijo el presidente “hemos iniciado un ambicioso programa de sembrío de pastos mejorados en 517 distritos de 22 departamentos del país. Para llegar a medio millón de hectáreas sembradas al 2021, complementado con un programa de cochas, siembra y cosecha de agua para dar sostenibilidad a este proceso”. Pastos y cochas para el agro andino. Ley de Promoción para los grandes.
Verdad de verdades, el agro familiar ninguneado, como siempre. Las medidas de protección y promoción, las ofertas de asistencia técnica, acceso a mercados, precios competitivos, las estrategias para mejorar la productividad en el campo, brillaron por su ausencia.
Es más, ni una palabra sobre la dramática situación del Agrobanco que languidece en sus nulas capacidades de levantar cabeza y cumplir con sus preceptos, de atender con créditos a los pequeños productores. ¿Sabrá el presidente Vizcarra que un pequeño grupo de grandes empresarios, que nunca debieron ser atendidos por el Agrobanco, deben una millonada a esa entidad financiera y se niegan a pagarlas?