Hugo Guerra Arteaga
Author: Hugo Guerra Arteaga
Periodista, abogado, economista y analista político

El encanallamiento de la políticaEn cuarenta años como observador de la realidad nunca había visto la imposición de la ruindad humana como regla fundamental del quehacer político.

La caricatura grotesca que publicó La República agraviando a Rosa Bartra (congresista seria y dama a carta cabal) es apenas una muestra del encanallamiento, la doble moral y el discurso falaz con el que se gobierna a los peruanos bajo el régimen de Martín Vizcarra.

Desde la presidencia y los altos mandos ministeriales se predica contra el feminicidio y se despilfarra tratando de imponer la ideología de género, pero al mismo tiempo se permite y alienta el chavetazo, utilizando a la prensa adicta no al poder, sino a la mermelada del subsidio estatal.

Con el mismo mecanismo se arman brulotes esencialmente para desaparecer al fujimorismo y desprestigiar al aprismo; pero también –y esto es lo más peligroso– para ocultar una serie de graves intereses subalternos.

Por ejemplo, está en curso una enorme campaña oficial sobre la supuesta urgencia de la reforma política (pese a que 67 % de los peruanos no están enterados de qué se trata), pero en el fondo se esconde el interés real que es eliminar la inmunidad parlamentaria, impedir la eventual vacancia presidencial y bloquear la posibilidad de la censura al Gabinete el último año de gobierno. Todo cuando está en franco desplome el respaldo popular al jefe del Estado  y cuando se multiplican denuncias penales contra él, al punto que el exfiscal de la Nación Pedro Chávarry hace afirmaciones gravísimas de corrupción.

En paralelo el cartel mediático aliado del Gobierno intenta imponer una Junta Nacional de Justicia que solo le es aceptable si las ONG aprueban a los futuros miembros; con lo cual se evidencia que el Gobierno está secuestrado por entidades como IDL que, como bien dice el exmagistrado Javier Villa Stein, debiera ser investigado como presunta organización criminal.

En fin, el esquema de confrontación política supera cualquier racionalidad. Las intrigas y los agravios se multiplican bajo el disfraz de una falsa “lucha contra la corrupción” y un fingido “respeto a la democracia”. Todo con ruindad y en medio de una oprobiosa incapacidad para administrar a un país que sobrevive material y espiritualmente por inercia.

Mientras tanto, el terrorismo senderista, que acaba de secuestrar durante muchas horas a todo un pueblo en el interior de la patria, se ríe burlonamente presenciando cómo el sistema político se suicida.

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