Seamos totalmente sinceros: los argentinos no son populares en este planeta. Eso me parece totalmente injusto puesto que el argentino no es solo el porteño y no todo porteño te dice de entrada "Ché, ¿la movés o la movés?".
El asunto me interesa en su dimensión sociológica: ¿qué han hecho determinados argentinos para que en todas partes se tenga una imagen tan desfavorable del argentino? Repito: se trata de un estereotipo y por lo tanto de una generalización totalmente abusiva que, personalmente, rechazo.
Algunos porteños, ¿eh?, algunos porteños carecen del sentido de la oportunidad y de lo que podríamos llamar sentido del contexto o piso en el que se mueven. Se están manejando siempre como parisinos en Tombuctú, actúan como si hubieran inventado la pólvora, el agua hervida y los buenos días, y como si vender piedras pintadas fuera el único negocio del mundo. Pero en todas partes hay gente despierta, y allí empiezan los problemas.
Por eso, a partir del conocimiento y trato de algunos argentinos que no son todo lo simpáticos y modestos que uno quisiera, prospera la generalización y el prejuicio. He escuchado por ejemplo observaciones de este tipo: "¡Que bonitas son las reuniones donde no hay un argentino!".
Un argentino verdaderamente genial y beneficiario de mi eterna admiración, el gran Roberto Artl, retrató, o mejor dicho fichó con gracia, pero asimismo con severidad, a una serie de personajes de Buenos Aires, no precisamente encomiables, en sus Aguafuertes Porteñas. Lo hizo para demostrar que el gran país que es Argentina nada tiene que ver con algunos argentinos. En todas partes se cuecen habas.
Argentina es un gran país, lo repito, no solo por su riqueza material -hasta 1930 fue uno de los diez grandes del mundo y hoy se encamina, nuevamente, al ranking- sino por su riqueza cultural. Y hablamos de Borges y de Cortázar, de Molinari y Ginastera, de su infraestructura editorial y su vida literaria, de sus científicos.
Todas estas realidades son apenas conocidas y muchas de ellas opacadas por el estereotipo más común del argentino: un patita avivato, con buena pinta, mejor pilcha, que se las manya todas y te chamuya de lo lindo pensando siempre, ¿viste?, en cómo sacar mejor partido en un lugar donde hay harta oportunidad para salir de misio, o misho, como decía Artl, en auténtico lunfardo.
Vayamos acabando con este estereotipo.
De mi libro 'Esquirlas" (1995)