¿Estaba completo el mundo en 1959?
En el Perú, no lo estaba. Se nos permitía ver una mitad y no la otra. La Unión Soviética y China, por ejemplo, no existían para nosotros. Un periodista, Paco Miró Quesada, que también y, sobre todo, era filósofo, viajó a esos lugares y nos los reveló en un libro llamado La otra mitad del mundo.
Hasta antes de ese año revelador, recuerdo que el conocimiento del entonces mundo socialista estaba reducido a una tira cómica, probablemente obsequiada por la embajada norteamericana, que reproducían nuestros periódicos. Se llamaba El pequeño Moe tras la cortina de hierro.
Según ese “cómic”, había en el mundo un país todavía más pobre que el Perú. Era Rusia. Multitudes famélicas hacían colas para comprar el pan que tan solo era entregado a unos gordos comisarios. El pequeño Moe era el único que lograba sacarle la vuelta a este sistema hambreante y opresivo.
El Acorazado Potemkin no se podía ver aquí. Filmada en 1925 por Sergei Eisenstein, esta película está considerada entre las mejores del cine mundial, pero narra el levantamiento de los marineros contra los oficiales de la armada del Zar, y eso no podía consentirse.
Peor aún, ver Morir en Madrid podía ocasionar un arresto policial. A pesar de no tener nada que ver con Rusia, podía ofender las convicciones fascistas de nuestros amigos de la España de Franco, y eso no debía permitirse.
Era el tiempo en que también estaba prohibida la canción Nathalie. Aunque sus versos no elogiaban las posibles virtudes del odiado sistema socialista, hablaban de un turista francés que viaja a Moscú y se enamora de la guía, una rusita bella llamada Nathalie, permanecen un buen rato en el café Pushkin, atraviesan la vacía Plaza Roja y probablemente tienen una noche de amor. Eso tal vez era demasiado para nuestros pudibundos censores.
Francisco Miró Quesada no era un político sino un filósofo y, por ello, tenía más posibilidades de ser honesto. Por esas razones, pudo viajar a la Unión Soviética y a China, y contar después lo que de veras vio y escuchó. Como reportero haciendo calle, se entrevistó con la gente de a pie y también con los funcionarios de uno y otro país cuya extensión en conjunto le daba
Desde los ciudadanos que caminan por una tienda o por un café de Moscú hasta el propio Mao, en Beijing, nadie se salvó de ser personaje de un reportaje verídico y valiente. El libro fue publicado en el Perú, y sinceramente no entiendo cómo se le permitió circular.n razón para llamar “la otra mitad del mundo”.
En mis años universitarios y un poco después, pude leer artículos suyos como “Apuntes para una teoría de la razón”, “Metateoría y razón” que mi escasa formación en la filosofía me hizo sentir como el ingreso en una poética aventura del asombro. Su intento de desarrollar un “humanismo socialista” me pareció todo el tiempo una utopía alcanzable.
Paco Miró Quesada demostró que es obtuso ser obtuso, y siempre vale la pena ver lo que no quieren que veamos. Como filósofo, buscó la evidencia. Se dice ahora que hace algunas semanas ha muerto. Un pensador difícilmente muere. Como el mismo acaso lo diría, eso habría que probarlo.