Author: Clara Quispe Vargas
Head hunter experta en soluciones de gestión del talento. Amante de la moda y el arte en todas sus formas.

Imagen de WhatsApp 2024 02 21 a las 21.04.40 3304bbb2Partamos de dos definiciones para apuntalar una respuesta convincente. Según la RAE la moda es aquello nuevamente introducido, lo que se usa o lo que se acostumbra en lo referente a los modos de vestir. Por otro lado, la vestimenta, mejor dicho, en nuestros espacios cotidianos, la ropa, es la prenda o conjunto de prendas con las que nos cubrimos el cuerpo.

Ahora pensemos ¿a quién le preguntamos si le importa la moda? Sí pues, querida o querido lector, hasta este momento parece que la respuesta va a ser: Depende.

¿A los involucrados en el ciclo económico de la moda que ganan millones con ella, hasta los que sobreviven por ella con sueldo mínimo casi esclavizados en algún taller de país subdesarrollado o “en desarrollo” como el nuestro?

¿A la clase media que no tiene ahorros pero no duda en pasar la tarjeta de crédito para comprar una camisa Tommy en oferta, o una cartera MK sintética y así satisfacer una necesidad visceral de declararle al mundo que sí, la está haciendo linda y pertenece a una élite?

¿A los que en sus vidas, asuntos tan trascendentales y prioridades incluso vitales no dejan espacio en sus mundos para este asunto de la moda, como suele ser el caso de muchos en el mundo académico o científico o para aquellos trágicamente desfavorecidos, que con sus horas de vida solo pueden obtener ingresos para sobrevivir?

¿O a quienes experimentamos el deseo irrefrenable de construir estéticas y saciar una pasión creativa y expresiva con lo que sea que nos ponemos encima?

Así están las cosas, a unos nos importa mucho la moda y otros pasan total y horondamente de ella. Vale decir, que también están los del medio, que no mueren por vestir la última tendencia o la marca viralizada en tik tok, pero se arreglan bonito para ir al trabajo y más bonito si se casa su hermana.

Que la moda nos importe como individuos tiene ventajas. Por un lado, usar cierta ropa puede facilitarte calzar en una organización, lo cual suele resultar beneficioso en la esfera laboral o puede ser una carta ganadora cuando causar una buena impresión hace la tarea psicológica clave para cerrar una venta; puede ser el medio por el cual te expresas desde lo artístico, político, cultural, etc. e incluso el medio por el cual protestas, contra el sistema, contra tus papás o contra lo que tú quieras.

Que no nos importe la moda, por decisión, viene a ser casi un lujo a nivel individual, ya que debes andar muy bien parado material y mentalmente en este mundo, para que este asunto sea el último de tus intereses o la menor de tus preocupaciones. Ejemplos visibles, son los casos del afamado y acaudalado dueño de Facebook, que parece no tener otra cosa que ponerse más que un polo gris y pantalón jean y el más famoso científico de nuestros tiempos, Albert Einstein, quien solo usaba trajes, curiosamente también de color gris. Y ejemplos más cercanos, tenemos todos, esa amiga adorable de ondas alternativas y místicas que vive en un nivel de consciencia donde es tan feliz, que no es consciente de lo impactantes que resultan sus axilas sin podar sobre su percudido vestido blanco, el respetado profesor universitario nivel vaca sagrada que viste polos y pantalones teñidos en marrones a lo tie dye o hippie deprimido, al que puedes confundir con un orate callejero que se coló en el campus, si no te explican de quien se trata, o el esposo supra intelectual y ultra técnico al que solo le importa ir cómodo y limpio mientras su cerebro se ocupa de las tendencias…de las tendencias estadísticas de su último paper, porque de las otras tendencias, esas de la moda, no entiende nada ni quiere entender.

Ahora bien, como seres habitantes de este planeta, como sociedad, como peruanos, tiene que importarnos. Porque la moda resulta siendo un tremendo problemón o una importante solución para ciertas realidades. Es harto sabido el abrumador costo ambiental y social de la industria del “fast fashion” y también es conocido el importante motor económico para miles de familias que resulta siendo nuestro emblemático centro textilero Gamarra. Hay gente trabajando en lo ético, sostenible, eco amigable e innovador de la cuestión, en distintas esferas y niveles de decisión. Échale un vistazo a las multas por contaminación ambiental que ha impuesto la OEFA a las empresas textiles hasta la fecha y también date una vuelta por el Centro de Textiles Tradicionales del Cusco para sumergirte en nuestra fascinante y ancestral creatividad y en las exquisitas técnicas de elaboración que esperamos perduren en el tiempo.

Nos interese o no la moda, todos tenemos que vestirnos, salvo que trabajes en una playa nudista, te sea rentable andar en cueros para Only Fans, seas modelo de desnudo o te dediques a alguna labor por el estilo; la industria de la moda te dice que sí importa, ya que se mete en tu vida cada vez que abres tu closet o decides comprar y renovar calzoncillos. Tienes un buffet global a tu disposición, tendencias irresistibles hechas con el infernal pero accesible poliéster hasta medias de algodón orgánico certificado con cuyo costo puedes pagarle un día de jornal a un jardinero bien dedicado. Son ejemplos extremos, la verdad es que abundan los grises en el espectro de la moda y en alguno estamos.

Al final tú decides, a la moda la vives bajo el yugo de sus vaivenes y tus subjetivas presiones o las de tu entorno, o como una de tus grandes libertades, la de participar en tus términos en una industria que te toca aunque no la busques ni la entiendas y la de recorrer un camino hacia la conquista de tu propio estilo; eso que te hace única, tu sello personal, ese no sé qué que tiene Carolina Herrera, ese tópico básico de las clases de Frieda Holler, esa magia de estructuras y colores que mamé y aprendí a amar en el seno de mi familia y que me granjea cumplidos cada vez que me reúno con mi gente. Se goza. ¡Gracias!

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