Es sabido que cuando un canal transmite algún evento como la entrega del Óscar o algo similar, recibe un guion con todo lo que va a pasar para que los narradores o comentaristas lo usen como una herramienta de apoyo. Ojo, de apoyo. No para que lo lean al pie de la letra, porque puede darse el caso de que alguna cosa varíe a último momento y para eso está la supuesta solvencia de los encargados de transmitir.
Pero, claro, es más fácil pegarse al guión y repetir lo que allí dice, aunque estén viendo otra cosa, como sucedió durante la transmisión de la ceremonia de clausura de los Juegos Panamericanos. Cuando salían los bailarines a mostrar las danzas peruanas, en ambos canales (el 2 y el 7) repetían exactamente lo mismo, evidenciando que de música y danzas peruanas saben poco o nada.
Después de que un grupo de artistas terminaran de presentar un huayno de Tinta, de la región Cusco (hasta en las pantallas gigantes decía Huayno-Cusco), en la transmisión de Latina, Coqui Gonzáles se equivoca de página y dice: “Si querían fiesta, nada mejor que un huaylarsh, danza campesina de Huancayo, Junín, y Eddie Fleischman le sigue en el error y agrega: “Así es, se realiza específicamente tanto para la siembra como para la cosecha”.
Lucho Trisano, en TV Perú, leía el mismo texto, pero al menos en el momento del verdadero huaylarsh. “Es un baile agrícola que se celebra en la siembra y cosecha de la sierra central del Perú’. No es así, aunque eso diga en Wikipedia (es posible que de allí hayan sacado los guiones). El huaylarsh, estimados colegas, es una danza de galanteo, de coqueteo, muy popular en época de carnavales y fiestas patronales, en la que los hombres tratan de mostrar vigor, habilidad y resistencia (justamente con el zapateo) para conquistar a la mujer. Solo es rural donde se baila descalzo. Las categorías están bien definidas: rural, fiesta, luces y carnaval. Hubiera sido ideal que Manolo del Castillo o Sonaly Tuesta, que saben tanto de estas cosas, estuvieran comentando cada danza en la transmisión de TVPerú, por ejemplo.
Y es que resulta contradictorio, por decir lo menos, que los locutores peruanos, que se la pasaron diciendo que estaban orgullosos de nuestra riqueza cultural y toda esa perorata patriotera, no reconocieran nuestras danzas ¿No han ido nunca a Brisas del Titicaca? ¿No bailan en las actuaciones de los colegios de sus hijos nuestros bailes típicos?
Por otro lado y, a riesgo de ser una pincha globos, porque no escribo que la clausura fue apoteósica, hay que decir las cosas como son. No lo fue. La inauguración fue espectacular, conmovedora, perfecta. La clausura, no.
Quizás había demasiada expectativa porque la inauguración había dejado la valla muy alta, pero era evidente que aquí había otras manos y otros conceptos. Aunque la empresa que organizó el espectáculo era la misma, Balich Worldwide Shows, Francisco Negrín, el cerebro creativo de la inauguración, le pasó la batuta al griego Nikos Lagousakos, quien asumió la dirección creativa. Y entre las pocas cosas que dijo antes del show fue que durante su primera visita al Perú recorrió el Museo Larco y se sintió sobrecogido por sus impresionantes cerámicas preíncas. “Fue casi un sentimiento ‘Alicia en el país de las maravillas’ el que me hizo pensar cómo podíamos hacer un tributo a las culturas prehispánicas en la escena más icónica del show”, fueron sus palabras. Y, en efecto, los huacos de distintas culturas aparecieron en el escenario en figuras de cartón, como si fueran los naipes del cuento de Alicia. Un arroz con mango, la verdad.
Sin lugar a dudas, fueron los 539 bailarines del Ballet Folklórico Nacional (todos voluntarios que, dicho sea de paso, no recibieron ni un Milko de recuerdo), los que se llevaron las palmas con su talento y alegría. Ojalá que los que tanto se han enorgullecido de nuestras danzas vayan a verlos más seguido. A ver si, algún día, pueden diferenciar un huayno de un huaylarsh.