Raúl Chanamé Orbe
Author: Raúl Chanamé Orbe
Abogado, periodista y pastdecano del Colegio de Abogados de Lima

5a4fce803af1a.r 1515186357192.0 25 857 519 resultado1968 es un año de grandes acontecimientos en el mundo: la revuelta estudiantil de París, el asesinato del líder pacifista Martin Luther King y el surgimiento de un gobierno marxista que se impuso respetar la libertad de sus ciudadanos y encaminarse a la participación democrática de sus decisiones en la ya desaparecida república de Checoslovaquia.

Hace 50 años un comunista ilustrado Alexander Dubcek (1921-1992), en un país cuyo nivel cultural era ya alto antes de la Segunda Guerra Mundial, planteó reformas que se iniciaron desde la cultura (la literatura, la plástica, el teatro y la libertad de expresión), apoyados en intelectuales como Milan Kundera, Vaclav Havel y Ludvík Vaculík, quienes cuestionaban el marxismo stalinista que en nombre de la igualdad conculcaba de manera totalitaria todas las libertades civiles.

Dubcek planteó que el auténtico marxismo era aquel que garantizaba  la igualdad y la libertad, el bienestar y la democracia, el pan y el sufragio, aquello que se denominó el “socialismo con rostro humano”. El debate se inició contra la censura que vetaba por igual a Trotsky, Grasmci o Kafka, exigiendo la libertad de pensamiento y creación, la Universidad y los catedráticos se sublevaron contra la servidumbre intelectual y exigieron la libre crítica. Así, el régimen adquirió  una legitimidad social en sus actos de gobierno.

La URSS sintió amenazada su hegemonía política, señalando que ello era la antesala de un retiro unilateral  de Checoslovaquia del Pacto de Varsovia. La respuesta fue stalinista: medio millón de soldados del Pacto de Varsovia, acompañados de 2,000 tanques invadieron la ilustrada y poética Praga, que resistió invocando la resistencia pacífica.

Dubcek se adelantó a Mijaíl Gorbachov, quien planteó la glásnost y la perestroika, para evitar el derrumbe del “socialismo real”, desde 1985 llevó a cabo reformas radicales que fueron resistidas por la nomenclatura soviética,  él reconoció el monumental fracaso de la planificación económica del modelo económico, facilitó la caída del muro de Berlín en 1989.

La URSS en 1991, en base a sus propias contradicciones, sucumbió incruentamente ante el hastío de sus propios compatriotas. Triunfó el capitalismo, en algunos extremos salvaje, sin haber resuelto muchos de los problemas que denunció el viejo Marx de los excesos del libre mercado.

Queda vigente el reto  de garantizar el pan y la libertad, sin que uno anule al otro. La Primavera de Praga es el testimonio de ese anhelo milenario.

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