Carlos Orellana
Author: Carlos Orellana
Periodista y escritor

LogotipoUno no necesita caminar mucho por las calles de Lima para toparse con un veneco. Hay, dicen, 700 mil muchachones de la tierra de Bolívar turisteando en el Perú gracias a la bonanza petrolera de la República Bolivariana. Son gente muy simpática, lo que no es broma, y de lo más feliz, lo que sí es chacota. ¿Se puede ser feliz después de arracancarse uno de su patria porque la situación cotidiana no da para más? No da para más, pana.

Acuérdense de la época del primer Alanato, cuando había que hacer cola para comprar leche, arroz, azúcar; cuando ir a cobrar el sueldo sin una bolsa del mercado era una insensatez porque ni en bolsillo de payaso cabía tanto inti. Al final del gobierno de ‘Caballo Loco’ una gaseosa costaba 2 millones de intis y había que ver la cara de los vendedores ambulantes, que nunca pensaron ser millonarios. Llegaron a billonarios, pue. Bueno Nicolás Maduro es un poquito más revolucionario que Alan García.

Y la izquierda perucha defiende a Maduro como tal, como un combatiente contra el Imperio y el forjador de una nueva sociedad más justa e igualitaria.

Ante la historia el excura Arana se persigna y cree que condenar a este granputa es como orinar en la puerta de un templo. Y como Arana otros que están convencidos de que no hay que darle el gusto a la reacción, a la derecha, a Trump y etceteras. Yo me pregunto si el ex curita cuando va manejando su camioneta por una arteria limeña y un chico veneco le ofrece limpiarle el parabrisas por un sol, o una guapa venequita le ofrece maní en bolsitas o una gaseosa, se pregunta por qué huyen estos muchachos del paraíso que está construyendo el heredero de Chávez. ¿Será impaciencia, será el germen de la ideología dominante, propaganda que llega de Miami, o esa rebeldía propia de los jóvenes que no saben lo que quieren ni lo que les conviene?

La revolución de MaduroY son 4 millones de venecos que se han quitado de su país. Al verlos uno puede constatar que entre ellos hay profesionales de clase media, gente muy preparada y quizá eso de la ideología burguesa puede aceptarse, pero la mayoría son gente del pueblo que no acepta vivir una vida de mierda, sin trabajo decente, con carnés obligatorios y privaciones mil, incluyendo el alimento de niños muy pequeños.

Esto no puede ignorarse, ni el carácter absolutamente autoritario del régimen, que se zurra en todo el mundo, menos en los rusos y los chinos. Pero allí está lo que por costumbre y ociosidad llamamos ‘izquierda’ defendiendo lo indefendible. Y como la fresa de la cretinada ese viejo arrogante y necio que maneja un Volkswagen porque pretende ganar uno de estos días el premio Guiness a la demagogia. Ese viejo antipático y uruguayo recomienda a los que protestan “no ponerse delante de las tanquetas”. Que él no se ponga tampoco delante de un solípedo.

Y la verdad sea dicha, este cabrón, Nicolás Maduro, ha logrado lo que ni la República de Weimar, ni la República del Hueveo de García pudieron. Y no solo me refiero a convertir la divisa veneca en aire, en nada, sino haber realizado un milagro verde. Por primera vez en la historia del mundo un ejército burgués se convierte en una milicia revolucionaria y socialista. Así, porque Chávez y Maduro convencieron a estos representantes del aparato represivo del Estado burgués en guardia pretoriana de socialismo del siglo XXI. Milagro. Ni en el Perú de Velasco se vio tal maravilla. La sujeción de los milicos venezolanos a Maduro es un milagro verde. ¿O será un milagro blanco?

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