Eduardo González Viaña
Author: Eduardo González Viaña
Periodista, escritor y docente universitario.

Eduardo Gonzales Viaña

Es usual que, en momentos de sufrimiento, de tristeza o de miedo, los seres humanos de cualquier edad recuerden, invoquen o llamen a su madre, aunque ella ya no esté aquí. Por azar, la actual pandemia ha llegado a mayo.

Todo en este mes, nos lleva a ese nombre, madre, que nos infunde a la vez calma, sosiego y esperanza. Mayo debería ser eso, pero no siempre lo es. En el Perú, tenemos algunas experiencias tristes.

En mayo de 1944, no sé si fue el miedo a la bestia fascista, o acaso alguna afinidad ideológica, lo que impulsó al gobierno de Prado a cometer un acto perverso.

Un barco cargado con niños judíos huérfanos se acercaba al Callao. Iban a ser criados y educados por judíos residentes. Y, sin embargo, el gobierno del Perú rechazó admitir los.

Doscientos niños de 4 a 10 años de edad recibieron un portazo en la cara. En vez del Perú, los esperaban a su vuelta los hornos crematorios de Auschwitz. ¿Qué ocurre en mayo de 2020? Alrededor de 90 mil peruanos están viviendo en un matadero.

La población carcelaria excede largamente la capacidad de nuestros penales, y casi la mitad de los presos presenta síntomas sospechosos. En estas condiciones, la solución es acabar con el hacinamiento.

Así lo ha entendido el Poder Ejecutivo al establecer, en principio, un número de reclusos y reclusas que dejarían la prisión. Para la excarcelación, habría que pensar primero en las madres y en las mujeres gestantes.

Hay que entender luego que cerca del cincuenta por ciento de reclusos se encuentran procesados, pero no han recibido condena. Jurídicamente rige para ellos la presunción de inocencia y debería pensarse en su excarcelación.

Hay que tomar en cuenta, por fin, a cualquier persona en condición de riesgo (60 años de edad, hipertensión, diabetes, cáncer, enfermedades pulmonares o cardiovasculares). Sin excepciones.

Lamentablemente, se mencionan excepciones por la naturaleza de los delitos y eso está mal toda vez que en un callejón de vida o de muerte, no se puede señalar a quienes deben morir. Eso significa, por un lado, restablecer la pena capital, y, por el otro, juzgar dos veces a un ser humano, quebrantar todas las normas jurídicas, y asumir el papel de Dios.

No, por Dios. Excepciones, no. No podemos convertir ésta en una cuarentena de los buenos sentimientos. Solamente la compasión convierte a una muchedumbre en sociedad civilizada.

En el mes de la madre, pensemos así.

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