Ángel Delgado Silva
Author: Ángel Delgado Silva
Abogado, docente universitario y analista político

Que su muerte no sea en vano resultadoLa trágica muerte de Alán García no puede ser conceptuada como el fin de una época, solamente. Debe significar para sus seguidores en particular y para los demócratas en general, la imposición de la tarea de luchar con denuedo y sin pausa, contra la maldad política y social que acabó con su vida. Ese fue el mensaje superior de quien se ofrendó para la posteridad.

Lo acontecido durante la mañana del 17 de abril del 2019, ha trastocado la linealidad del curso histórico. Hasta ese momento, se admitía –con renuencias es verdad– pero se admitía en los hechos, la persecución política disfrazada de formalidades jurídicas. Estábamos moralmente desarmados frente un melifluo discurso anticorrupción formulado estratégicamente desde la cima del poder, para esconder a unos mientras se culpaba a otros, con toda la grosera discriminación del caso. Vizcarra, congresistas, fiscales, jueces, comunicadores y demás esbirros, encontraron la licencia para toda clase de estropicios a la legalidad, pisotear los derechos fundamentales y quebrar la propia noción de Estado Constitucional de Derecho.

Esta práctica monstruosa, ajena a la convivencia democrática y contraria a siglos de civilización, fue revelada por el fíat lux de la tragedia, como un relámpago que de pronto ilumina la oscuridad y la ignorancia.

Hoy está claro que al ex Presidente no lo perseguía la justicia, como la recua de mentecatos filisteos repite en un rin tintín interminable. ¡No!. Se trataba de una cacería feroz fomentada por la diabólica combinación del odio exacerbado de unos, el protagonismo morboso de otros y la perenne vocación al abuso del poder. Absolutamente antidemocrática y mas bien rasgo esencial de las dictaduras.

Y cual otro Frankenstein se escapa de las manos y fuera de control golpea a todos por igual. Su nefasto proceder termina volviéndose normal y corriente. Por eso la criminalización de la política se desborda y termina condenado las protestas laborales y populares.

¡Basta ya! Constituye un imperativo ético y político desmontar esta maquinaria con sus fundamentos ideológicos.  La misma que permite tres años de prisión para investigar, desnaturalizar el delito de lavado de activos a un figura laxa y sin fronteras, y trasformar a cualquier colectivo de más de tres personas en una banda criminal. Es menester identificar a los culpables de tan terrible iniquidad.

Solo así honraremos el gesto político de quien no consintió la humillación, el vilipendio, la devaluación del honor ni el circo mediático. En esa medida Alan vivirá entre nosotros y como el Cid Campeador ganará esta batalla después de muerto.

              

              

              

              

                

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