Italo Sifuentes

En carta dirigida al entonces ministro de Relaciones Exteriores, se solicitó apoyo en fuerzas marítimas y terrestres. Aquí damos a conocer el documento

El Director Supremo Ramón Freire logró el 19 de enero de 1826 la rendición de los españoles en su reducto de Chiloé.

Tras la independencia conseguida definitivamente con la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, el Perú se dispuso al año siguiente ayudar a Chile para que lograra el mismo objetivo venciendo a los remanentes realistas ubicados en Chiloé, territorio ubicado en el extremo sur del vecino país. En esa isla los españoles buscaban desde 1820 revertir la emancipación chilena y llegar a Valparaíso para tomar el control de la naciente república. Se trata de un capítulo casi desconocido en la historia de ayuda mutua entre ambos países en favor de la libertad de sus habitantes.

Habían pasado 8 meses de la batalla de Ayacucho cuando, exactamente el 31 de agosto de 1825, el ministro de Guerra chileno,  Juan de Dios Vial del Río, a través de una carta de esa fecha le pidió al Perú le proporcionara 300 mil pesos para terminar de expulsar a los españoles así como el retorno a Valparaíso del vicealmirante Manuel Blanco Encalada que se encontraba en el Callao protegiendo el puerto. Ese año el Director Supremo de Chile era Ramón Freire, quien luego de varios intentos el 19 de enero de 1826 logró la rendición de los españoles y con ello la independencia total de Chile.

Perú había ofrecido enviar tropas y embarcaciones para ayudar a Chile en su propósito, pero Vial del Río en dicha carta manifestó que: “¿Cómo podrá S.E. realizar el interesante proyecto de repetir una expedición a Chiloé? Según los cálculos más prudentes, se necesitan indefectiblemente 300 mil pesos para sus costos.

En tal conflicto el único arbitrio que se le presenta para llenar esta necesidad es solicitar de ese Exmo. Gobierno le facilite esa suma, que obtenida será abonada por el erario de Chile en parte de pago del empréstito que hizo a esa república.

En lugar de los auxilios de fuerzas marítimas y terrestres que se ofrecen, solo quiere y necesita este urgente de numerario, para el que no encuentra absolutamente recursos en este país. En el momento que lo consiga protesta realizar la deseada expedición sobre Chiloé”.

Rendido el bastión español en Chiloé, el 22 de enero de 1826 oficialmente pasó a ser parte de los territorios del vecino país.

Perú había sido invitado a participar en la toma de esta guarnición española por órdenes del gobierno chileno mediante la comunicación que Vial del Río mantenía con el entonces ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Hipólito Unanue, a quien en dicha carta se dirige de esta manera:

“Al señor ministro de Relaciones Exteriores de la República del Perú. He tenido la honra de recibir la nota de V.S. de 3 de julio último que de orden de su Excelentísimo Consejo de Gobierno de esa república, hace presente a este la urgente necesidad que hay en el día de expedicionar sobre Chiloé, y lo invita a realizarlo, ofreciendo para ellos auxilios de fuerzas marítimas y terrestres. Habiendo instruido a S.E. el Supremo Director del Contenido de esta nota, me previene conteste a V.S. en los términos siguientes:

“Aún antes de preverse los nuevos peligros en que se ve hoy la América del Sur de ser perturbada en el goce de su libertad, por la ambición extranjera, ya S.E. estaba convencido de la imperiosa necesidad de ocupar el Archipiélago de Chiloé, por razones tan poderosas que no se ocultan al genio menos perspicaz, y que por tanto es inútil manifestar.

Consecuente a esta convicción, emprendió en el año del 23 una respetable expedición que desgraciadamente no tuvo el éxito que se esperaba, porque accidentes inevitables hicieron que su salida fuera en fines de verano y que arribase al archipiélago a tiempo en que se siguieron inmediatamente las más furiosas tempestades propias de aquel riguroso clima, y que obligaron al fin a abandonar la empresa, después de tener casi todo el país ocupado.

Sin embargo, S.E. el Director Supremo jamás ha desistido de su constante empeño de arrojar al enemigo de Chiloé, y sin duda en el año (¿?) o en el actual habría repetido sus esfuerzos para emprender una expedición, si la falta absoluta de numerario no hubiera frustrado enteramente sus designios.

En estos dos años han sido y son actualmente los apuros de nuestro erario que no alcanza a cubrir ni aún los indispensables gastos ordinarios. La obstrucción de los negocios mercantiles que se experimenta, y la enorme suma anual que paga en Londres por los intereses, amortización y agencia del empréstito de cinco millones de pesos que se encontró en dicha Corte, con inclusión de aquellos que debía haber satisfecho esa República por la considerable parte que se le franqueó de este mismo empréstito, lo tienen resumido casi a un estado de nulidad”.

ÍTALO SIFUENTES ALEMÁN

Espacio Publicitario