José Vargas Sifuentes

Los peruanos nos aprestamos para conmemorar el bicentenario de la proclamación de nuestra independencia el 28 de julio de 2021.

Sin embargo, hay un pueblo que ya celebró el bicentenario de la proclamación y jura de su independencia del yugo español seis años antes de la llegada de la Expedición Libertadora (8 de septiembre de 1820) y siete años antes de que el general San Martín proclamara nuestra independencia sin disparar un tiro.

En efecto, el primer grito de Independencia que se escuchó en el Perú fue en Cangallo, hoy una de las 11 provincias de Ayacucho, el 7 de octubre de 1814. Ese día, sus habitantes, al lado de sus valientes morochucos, capitaneados por Basilio Auqui; don José Mariano Alvarado y el Dr. Valentín Munarriz, juraron la independencia solemnemente, y suscribieron el acta con la sangre de sus venas, que tuvieron la valentía de extraérsela para rubricar el documento y jurar su libertad.

El Bicentenario de la Jura de la Independencia de Cangallo es uno de los hechos históricos que marcó las páginas de nuestra historia nacional, en el proceso libertario sudamericano que culminaría con la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, diez años después.

En ese acto se “alcanzó a observar el formalismo jurídico pertinente que implicaba una ceremonia juramentaria legitimadora”, a decir del historiador Max Aguirre Cárdenas. Fue el corolario de varias batallas, en las que los montoneros de Basilio Auqui vencieron en varias oportunidades a las tropas españolas, comandadas por los generales Mariano Ricafort y José Carratalá.

La lucha contra los españoles continuó por varios años. Los cangallinos resistieron y al mando de Auqui lograron repeler los ataques.

Pero fue en Saqapampa donde el guerrillero les propinó el golpe más fuerte a los reaalistas. No solo por las 400 bajas que les ocasionó, sino por la forma en que los hizo caer a las experimentadas tropas colonialistas en una trampa preparada especialmente antes de la batalla.

Ante esa vergonzosa derrota, Carratalá clamó venganza y lanzó un decreto el 17 de diciembre de 1821, en su cuartel general de Putica, en el que decía: “Quede reducido a cenizas y borrado para siempre del catálogo de los pueblos, el criminalísimo Cangallo.” Además, disponía exterminar a sus habitantes, incendiar el pueblo y arrojar sus cenizas al río Pampas.

El mismo general cumplió su amenaza e ingresó a la localidad de Cangallo a cuchillo el 18 de enero de 1822, y dejó un reguero de cadáveres de la población civil.

Auqui siguió combatiendo y venció nuevamente a los españoles en Shuschi, pero sería traicionado por uno de los naturales, que quería ganar la recompensa que ofrecían por él. Fue apresado junto a su mujer e hijos y fusilado en febrero de 1822.

Al conocer su heroísmo, San Martín ordenó reedificar Cangallo y la llamó ‘Heroica Villa’; más tarde Simón Bolívar le concedió la categoría de provincia, mediante un decreto emitido el 21 de junio de 1825; y por ley del 28 de mayo de 1828 se le dio el título de ‘Heroica Provincia de Santa Rosa de Cangallo’.

Este hecho histórico demuestra que en lugares remotos también surgieron ideas de libertad que a la par generarían un vast proceso emancipador por todo el país.

Muchos historiadores recuerdan que el siglo XIX fue de explícita vocación emancipadora, y abundó en gritos libertarios y hasta proclamaciones independentistas informales como ocurrió en Tacna (1811), Huánuco (1812), Cusco y Moquegua (1814), entre otros. Ninguno de estos precedentes alcanzó a observar el formalismo jurídico pertinente que implicaba una ceremonia de esa naturaleza.

José Tamayo Herrera (‘Historia General del Ejército Peruano’) dice que se trató de la gran revolución peruana y auténtica jura de la independencia, que no se limitó a palabras, sino que fue una guerra en la que indios peruanos dieron sus vidas en arduas luchas y batallas que se extendieron por todo el sur peruano, parte de Charcas y La Paz (Bolivia). Sin embargo la historia centralizada en Lima no la reconoce como tal.

Lo que demuestra que hubo varias proclamaciones de la independencia, y explica el por qué muchos pueblos reclamen una revisión de la historia, en particular las jornadas independentistas, ad portas de la celebración del bicentenario de nuestra independencia; y se les reconozca su participación en las luchas por desprendernos del dominio español.

Sería una forma de reconocer a nuestros ancestros su lucha por la libertad y sacarlos del olvido o de la marginación histórica en que se los mantiene.

JOSÉ LUIS VARGAS SIFUENTES

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