José Luis Vargas Sifuentes

En ‘La historia de la República del Perú’, nuestro insigne Jorge Basadre abre un ítem titulado ‘Los siete presidentes’, en el que refiere que en un determinado momento siete personajes, jefes militares todos ellos, ejercieron simultáneamente la primera magistratura de nuestro país.

La referencia histórica es un poco confusa, pues nuestro ilustre historiador no precisa las fechas en que cada uno de ellos ejerció el poder, y tampoco lo hacen otras fuentes, como la Enciclopedia Ilustrada del Perú, de Alberto Tauro del Pino; el portal del Ministerio de Educación ni las versiones que difunden diversos autores en las redes.

Más aún, en el pasaje citado Basadre omite a un general de origen chileno, al que sí cita en otro momento al recordar que también se sumó al coro de los militares que asumían el poder con el apoyo de algunos sectores, cada cual arrogándose el derecho a enderezar el curso de la historia.

Esa confusa situación se presentó durante la Confederación Peruano Boliviana, tras ser erigidas las repúblicas Nor-peruana y Sud-peruana, el 17 de marzo y el 11 de agosto de 1836, respectivamente.

No obstante, y siguiendo las huellas de nuestro historiador, recordemos ese pasaje histórico e intentemos desenredar la madeja.

La lista de esta especie de directorio presidencial la encabezó el mariscal Andrés de Santa Cruz, como Protector de la Confederación, cargo que ocupó desde que esta se oficializó el 9 de mayo de 1837 hasta el 20 de enero de 1839, cuando fue derrotado en la batalla de Yungay, cinco días antes de que el general Agustín Gamarra usurpara el gobierno, asumiera la presidencia de la República resurrecta, extinguiera los estados Nor y Sud Peruanos y declarara la unidad del Estado.

Gamarra había sido nombrado presidente provisional, según Basadre, “por una escasa cantidad de personas” reunida en cabildo abierto el 24 de agosto de 1838, y se mantuvo provisorio hasta el 10 de julio de 1839, cuando el Congreso lo designó presidente constitucional. Duraría en el cargo hasta el 8 de noviembre de 1841, día en que murió en la batalla de Ingavi.

Oficializada la Confederación, Santa Cruz nombró al mariscal Luis José de Orbegoso como presidente del Estado Nor-peruano desde el 21 de agosto de 1837 hasta el 1 de septiembre de 1838. No obstante, Orbegoso se mantuvo en el cargo cuando el mismo Santa Cruz nombró en su reemplazo al mariscal José de la Riva Agüero el 11 de julio de 1838, cargo que este ejerció, precariamente, hasta el 24 de enero de 1939.

De otro lado, el general Pío Tristán y Moscoso ocupó la jefatura del Consejo de Gobierno del Estado Sud-peruano, inicialmente desde el 20 de enero hasta el 10 de abril de 1837. Fue reemplazado el 17 de septiembre por el general chileno Ramón Herrera y Rodado, que la ocupó hasta el 12 de octubre de 1838, cuando fue sustituido por Pío Tristán hasta el 23 de febrero de 1839.

(Pío Tristán fue el último virrey del Perú, nombrado por la Real Audiencia del Cusco -entonces capital del virreinato-, tras la derrota del virrey José de La Serna en la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Seis días después reconoció el triunfo patriota y organizó la transición y el traspaso de poderes a las nuevas autoridades peruanas. Después adoptó las ideas republicanas, fue elegido prefecto de Arequipa y participó en la creación de la Confederación).

Paralelamente, el general Domingo Nieto, dice Basadre, “hacía correrías por el norte con despachos de Jefe Supremo expedido por Orbegoso”, compartiendo el cargo entre ambos. Sin embargo, Nieto no se comprometió con el régimen y finalmente se alzó contra Santa Cruz y proclamó la libertad del Estado Nor-peruano el 30 de julio de 1838. Orbegoso se sumó a la causa y lo propio hizo el general Juan Francisco Vidal.

Los tres ‘presidentes’, aparte de oponerse a los bolivianos, se enfrentaron a la expedición restauradora peruano-chilena en el combate de Portada de Guía, el 21 de agosto de 1838, en la que fueron derrotados. Nieto y Orbegoso se refugiaron en el Callao. El primero partió luego al autoexilio; el segundo se dirigió a Supe para reorganizar sus fuerzas; y Vidal, herido, retornó a Huaylas.

El octavo presidente, ya citado, fue Vidal La Hoz, quien en 1836, con el grado de general de División asumió la prefectura del departamento de Huaylas (Áncash), donde fue proclamado jefe supremo y respaldó la separación del Estado Nor-peruano, con los resultados ya referidos.

Una etapa oscura que el Perú logró superar, como lo haría en otras épocas más difíciles aún.

JOSÉ LUIS VARGAS SIFUENTES

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