Alberto Borea
Author: Alberto Borea
Abogado, constitucionalista, exdiputado y exsenador

5ac6367777424La democracia es una. Se constituyó sobre los valores liberales que fueron evolucionando desde el siglo XVI y que se afianzaron como evidentes luego de los horrores que nos trajeron los totalitarismos del siglo XX (Hitler, Mussolini, Stalin) entre otros y que la sociedad –ya de masas- tuvo que padecer por la megalomanía y el total desprecio de los dictadores por la vida de sus paisanos. Lamentablemente su secuela duró y dura con diverso grado en sus reverberaciones. Pol Pot en Camboya, Pinochet en Chile, Somoza en Nicaragua, Trujillo en la República Dominicana, Idi Amín en Uganda, y muchísimos más autócratas que en distintas partes del mundo desconocieron el Derecho y se sintieron iluminados para destrozar todas las instituciones y gobernar por su sola voluntad.

En el Perú, el último de ellos, hasta ahora, porque no pasó el golpe que urdieron hacia finales de 2017, fue Alberto Fujimori. Los dictadores mandan porque se creen superiores a los demás, con lo que destrozan los principios de igualdad, libertad y dignidad que son inherentes a la persona.

Combatirlos desde que se van engendrando es una obligación para los ciudadanos que han ido a lo largo de la historia tomando conocimiento e internalizando este sistema democrático. Ceder ante sus cantos de sirena, ante la supuesta emergencia “única” que pretextan para hacerse del poder y luego mantenerse en él todo el tiempo que pueden, es traicionar a la democracia.

Pero esto exige no sólo conocimiento del monstruo creciente, sino actitud de quienes la padecen. Y exige, en un mundo cada vez más globalizado que esa actitud no sólo sea de los ciudadanos de los países sometidos a ellas, sino también de la comunidad internacional, como nos lo exige a gritos la Venezuela de hoy. Donde le fallamos como Continente que supuestamente comparte ideales democráticos. Esa incuria la padecieron Rosales, Capriles, López, Corina y ahora, aunque con un poco más de entusiasmo, también Guaidó.

Recordemos la frase de Churchill cuando en su país se aprobó el “appeasement” (apaciguamiento) como política para frenar a Hitler: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra…elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”. Eso pasó también en el Perú con los “pragmáticos” que dejaron pasar el mandoble de Fujimori y, más todavía, se enriquecieron o se acomodaron con él.

Jon Meacham, profesor universitario y autor de interesantes libros biográficos e históricos, en la introducción de uno de ellos que se hace con la compilación de artículos de pensadores y políticos de primer orden y que titula “La lucha por la libertad” (The fight for liberty, en su idioma original), no dice: “Compartir los principios y las creencias (de la democracia) no es en sí mismo suficiente. Esos principios deben de ser defendidos y esto demanda acciones”.

Yo agregaría más, en muchos países exige coraje. ¿Acaso no hay que tener más valor personal e integridad para defender el sistema en la Venezuela de Maduro de hoy o de Fujimori de hace poco, que hablar en teoría que ni siquiera respaldaron con sus escritos ni con su “posición” económica, social o política los que hoy se sienten como los patrones de la moral y de la verdad en nuestra confundida nación? ¿Se ha hecho una comisión de la verdad sobre los funcionarios, militares y periodistas que hoy ocupan altos cargos en una democracia a la que se prestaron en someter frente a la satrapía, la oclocracia y la cleptocracia en los años aciagos en que obedecían, callaban o miraban a cualquier otro sitio a cambio de muchas de esas asesorías que hoy día critican –con razón- y que les soltaba la dictadura como moneda de cambio?

Meacham continúa: “No es suficiente con creer en los principios de la democracia liberal (que por cierto no es lo mismo que la democracia neoliberal, que es tan falsa, como la democracia de participación plena o la democracia del siglo XXI o cualquiera otra democracia a la que sus propulsores y beneficiarios le han puesto apellidos). Es esencial comunicar el por qué esos principios han mejorado la vida de las personas donde quiera que hayan florecido y por qué a través de ese sistema se puede ensanchar los límites de la prosperidad y la seguridad en el futuro. Tan corta es la memoria colectiva acerca del fascismo, comunismo y otras formas de totalitarismo que mucha gente joven hoy día no considera importante el vivir en una democracia. La situación es urgente”. (En el Perú yo diría también gente mayor que poco se preocupó por devenir en ciudadana)

Por ejemplo, en un régimen comunista, la discusión sobre Las Bambas no existiría, la propiedad de la mina sería del Estado, y si no lo fuese, sus fuerzas represivas habrían arrasado toda oposición bajo el presupuesto que no puede detenerse el desarrollo del pueblo. Lo mismo habría pasado si nos gobernara el autoritarismo dictatorial, o un régimen neoliberal que no hubiera dado lugar ni siquiera para la discusión y el debate.

Por eso hay que esforzarse por hacer la democracia con demócratas y dejar de lado la hipocresía y la memoria de mecha corta de seguir haciendo ministros y embajadores a quienes fueron serviles con las dictaduras y, en nuestro caso, con la de Fujimori.

Lo demás, será construir no con palabras y sentimientos que nacen del corazón, sino de la boca para afuera, vale decir, sin ningún compromiso personal.

Que ese 5 de abril nos sirva para reflexionar sobre la democracia que todavía tenemos que reconstruir en el Perú.

Abogado, constitucionalista, exdiputado y exsenador.

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