¿Recuerdan al “cholo” Luis Abanto Morales? Lindo mi cholo. Estamos en el Perú. Como bien dijo el amauta Arguedas, somos todas las sangres. Si eres cobrizo y bajito, te miran de reojo. Si tienes el pelo hirsuto, que ni la gomina puede con él, te miran de soslayo. Y si, encima, no tienes cuello y tienes el vientre prominente y la cara grasosa, te tratan como a cargador de La Parada. Y te cholean ipso facto.
El racismo vive a flor de piel en el Perú. No sólo te carajean desde un moderno Peugeot, si te lo cruzas en la calle, sino que en la propia combi que lleva cobrizos a San Juan de Miraflores, te cholean si por equis circunstancia terminas enojando a otro cholo. Es nuestra realidad. Cholo soy y no me compadezcas.
Siempre recuerdo al buen Abanto con sus anillos grandes, de oro macizo y sus cadenas también de oro. La cara chola, el color cholo, cholo él y qué. Eran otros tiempos cuando cantaba, dando saltitos en el escenario, déjame en la puna vivir a mis anchas, trepar por los cerros, detrás de mis cabras, arando la tierra, tejiendo mis ponchos, pastando mis llamas y echar a los vientos la voz de mi quena.
Desde entonces, el país ha cambiado, gracias, Chino Velasco. Sin embargo, el racismo sobrevive. ¿Qué es ser cholo en el Perú? Es no tener aún muy definidas sus raíces.
El apellido, el color de la piel, el idioma, las costumbres entre otros, definen los rasgos de lo que conocemos por cholo. Éste se define también a partir de lo indígena y de lo criollo occidental.
Un amigo sociólogo me explicó que él advertía cierto sentimiento de orfandad en quienes se sienten cholos por lo mismo que son excluidos y a veces muy malamente en el entorno social. La cantante Dina Páucar nos contaba que cuando llegó a Lima se reían de ella, por su condición andina. Y por eso lloraba mucho. Ahora que es muy popular y ha triunfado, se ríe al recordar esos pasajes de su vida y exhibe con orgullo su condición de chola.
Rodrigo Montoya, mi paisano de Puquio y doctor en Antropología por la Universidad de París, dice que “se le llama cholo a alguien que viene de los pueblos indígenas, que habla muy bien su lengua materna y trata de aprender el castellano, que confunde la e con la i y la o con la u y que hace esfuerzos notables para desprenderse de sus hábitos culturales indígenas y adoptar los occidentales.
De esa confusión deriva otro insulto: “cholo motoso”. Y si comes en una carretilla o el mercado, eres cholo. Y peor aún, si prefieres un suculento caldo de cabeza de carnero con su lengua y sesos incluido, te verán de soslayo y con pena. Y te demostrarán ser tus amigos llamándote cholito, con cariño.
Es el Perú moderno. El que no puede soportar que Mamani sea exitoso en su negocio. Las historias de vida abundan con estos personajes que siguen siendo maltratados por una sociedad aún racista que subsiste. Y si tú lo pechas y le reprochas su racismo, te dirán que le bajes la voz, cholo de mierda. Qué te has creído, Igualado eres. Anda, sigue tu camino.