Nuestros hijos, ya formados
En el vientre de la madre,
De ella reciben nuevos genes
Una marca en sus órganos,
En su inteligencia desmedida,
En cada una de sus palabras
La piedra que lanzan al río
Más tarde será agua o aire
O voz de la mujer que los llama
Para que no se disparen como balas.
Vivimos un mundo de tres dimensiones,
Pero son dos las que los ojos detectan.
La cuarta dimensión existe
Y permite atravesar con los ojos lo sólido
Con la magia de los duendes,
Es lo inefable del mundo,
La voz de los bosques y las madres.