En España se ha emitido un popular programa de televisión que llevó por nombre el Club de la Comedia y permitía la presentación de humoristas y comediantes, mientras que en Tamaulipas, México, funciona un restaurante llamado el Club de las Mentiras, habiendo otros más en varios estados mexicanos.
En otro artículo hice alusión al magnífico libro de Paul Ekman “Cómo detectar mentiras” (que luego se transformó en una serie televisiva) y a una de las autoras peruanas que más ha estudiado este fenómeno: me refiero a Rosa María Cifuentes, pues su texto “Miénteme si puedes”, nos descubre cómo nuestros cuerpos hablan, cuando lo que tenemos en nuestro interior se esconde o calla.
El proverbio reza que las mentiras tienen las patas cortas y la historia de las mentiras es tan vieja como la profesión más antigua del mundo, donde de paso, tú pagas para que te mientan. Los mentirosos se justifican en que lo que importa no es el marco de referencia de la moral sino el de la supervivencia, o sea en el “todo se vale”.
Políticos, empresarios, artistas, deportistas, niños, jóvenes y adultos, todos hemos caído en una mentira y si nos atrapan, usamos todo tipo de argumentos, el más generalizado es el “te mentí para no hacerte sufrir” o que simplemente era una “mentirilla blanca, inofensiva”.
Como con otros fenómenos que nos rodean –por ejemplo, la corrupción en sus múltiples formas- la verdad es que hemos aprendido a convivir, aceptar y normalizar las mentiras como parte de nuestra realidad. Al igual que he propuesto inventar un “Eticómetro” que pueda medir al que falta a las normas éticas, debería haber un polígrafo al alcance de todos los bolsillos, para detectar a los mentirosos.
La ventaja de la experta Rosa María Cifuentes es que, al elaborar un compendio sobre el lenguaje no verbal (que ocupa el 85% de la comunicación humana), ella puede ir por la calle o entrar a un ascensor o restaurante y descubrir a los que mienten y por la práctica, ya lo hace de forma automática. Ella lo grafica de esta manera: “Cuando te cuesta terminar las palabras que me dices… lo tengo claro, sé lo que te pasa, no necesitas hablar” o “Cuando me llamas por teléfono y te brotan risitas infantiles… lo tengo claro, sé lo que quieres o no quieres, no necesitas hablar”.
Hoy estimados que me siguen y me leen todas las semanas, les dejo la tarea: miren a su alrededor, a su entorno más cercano y hacia todos los demás: ¿pueden detectar la mentira? ¿La pueden oler? ¿Presienten las mentiras?
Cordial Bienvenida para todos y todas en el Club de la Mentira. Y la próxima vez que vayan a regañar a un niño por una mentira, pueden también morderse la lengua