Edwin Sarmiento
Author: Edwin Sarmiento
Periodista y docente universitario

421389299 896775192447741 7179069299064927650 nJosé María Arguedas y Javier Heraud son personajes que no me dejan. Son escritores por quienes mi admiración no cesa en el tiempo; por el contrario, crece cada vez que me acerco a ellos. Y lo hago en momentos especiales de mi vida.
Arguedas viene a mí cuando escucho al maestro del violín indígena, Máximo Damián, interpretando los huaynos de intensa melancolía, que, a su vez, me recuerdan las fiestas populares de los pueblos del sur de Lucanas con sus danzantes de tijera. Arguedas supo, mejor que nadie, interpretar el sentimiento y el alma indígenas en sus novelas y en sus primeros cuentos como Yawar Fiesta, Agua, Los ríos profundos, Todas las sangres, etcétera.
Arguedas nació un 18 de enero de 1911, mientras que Heraud, vino al mundo el 19 de enero de 1942. Este último fue un poeta que nos dejó dos libros, El río (1960) y El viaje (1961), con el que ganó el Premio El Poeta joven del Perú, compartido con el poeta César Calvo. Cuando tenía apenas 21 años, Heraud fue acribillado (con balas dum dum, reservadas para la cacería de animales salvajes) por la policía en el río Madre de Dios. Él retornaba al Perú por la selva de Madre de Dios, para sumarse a las guerrillas que se iniciaban por esos años en diferentes puntos del país. Era 1963 y gobernaba el Perú la junta militar de Ricardo Pérez Godoy y Nicolás Lindley López.
El poeta Javier Heraud marcó mi vida, no sólo por el impacto que en mí produjo sus libros publicados, sino porque mi primer artículo editorial fue publicado sobre él en el diario Correo de Lima el 5 de julio de 1969. Con ese artículo, en la página editorial del diario, se habría de iniciar mi pasión por el periodismo que, con el tiempo, vine a descubrir que era lo que más había soñado. Y se convertiría, entonces, en un estado de ánimo y, por qué no, en un modo de vida que hasta ahora me persigue y que sólo dejaré cuando mi ciclo en la tierra haya terminado para siempre.
Yo había imaginado una entrevista con el poeta sobre la base del repaso literario de su poesía. Había elaborado las preguntas para responderlas con los versos del poeta a quien yo recitaba con pasión juvenil. Heraud había estado en Cuba y pertenecía al Frente de Liberación Nacional; yo, estudiaba el cuarto año de universidad y era dirigente del Frente Estudiantil Revolucionario. La distancia era enorme. Eran años en los que Fidel y su triunfante revolución despertaba el asombro de los jóvenes, mientras que la figura del Che Guevara, de boina y uniforme verde olivo, recorría el continente.
Comparto algunas de mis preguntas imaginarias al poeta Heraud, en la entrevista imaginada: “Javier, quiero conversar contigo, pero antes caminemos mientras encontramos en qué sentarnos. Y como entre sueños empezó a decir: "lentamente caminé/ por la ciudad/ y/ por sus calles. /Cálidas piedras sostenían/ mis zapatos, /sostenían mi cuerpo /tiernas manos anochecidas /como estrellas”. Y mientras se sentaba decía: “Piedra fría, /solemne piedra, / ¡Si pudiera hablar /en mi costado. /Si pudieras cantar en tu vertiente! /Si desembocaras en un /ancho río. /Y trajeras la paz al /mundo entero / al contarte en tus /aguas destiladas, /alma serías en mi /frente oscura, /brazo serías /de mi antigua cabellera”.

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