Edwin Sarmiento
Author: Edwin Sarmiento
Periodista y docente universitario

Edwin SarmientoUna mañana, la doctora Martha Hildebrandt se apareció por su oficina, en el Congreso de la República, con unos cuadritos con marcos de madera finamente tallada y con vidrio blanco de cubierta. Dispuso que el conserje los ubique en lugares estratégicos: en la oficina del asesor principal, en el de su secretaria y el tercero, en la salita de recibo.

 No quiero más errores, mierda. Todos ustedes son muy ligeros al hablar – vociferó.

No entendíamos nada. Que corrigiera a gritos, era normal. Lo de los cuadritos era novedad. Nos miramos todos y apenas sonreímos.

  • A ver, usted, doctor – dijo señalando al asesor principal-- ¿Llevó ayer el documento al canciller?
  • No pude, doctora -– tartamudeó el asesor
  • ¿Por qué no lo hizo? – casi gritó la congresista
  • Ya era tarde y pensé que el canciller no estaría en su oficina –respondió el asesor.
  • Ah, usted pensó que era tarde y por eso no lo llevó. Oiga usted, el canciller me llamó por la noche y me dijo que estuvo esperando hasta muy tarde, mierda —rugió la doctora. Estaba furiosa.

Luego nos pidió que al ingresar a la oficina, primero leamos lo que decía el cuadrito. Y nos recordó que era obligatorio hacerlo. Y quedamos prohibidos de utilizar el vocablo “penseque”. “No los quiero escuchar. Ojalá cambien. Les irá bien en la vida”, rugió.

Tan pronto se fue, nos lanzamos a ver el cuadrito. Era una cita ampliada en tamaño del Diccionario de la Real Academia Española, DRAE. Decía:

Penseque

De la expr. pensé que.

  1. m. coloq. Error nacido de ligereza, descuido o falta de meditación.

(Cuánto le agradezco a la Dra. Hildebrandt. Me sirvió mucho en mi vida)

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