Nota de Redacción:
El historiador Wilfredo Kapsoli Escudero elaboró un ensayo para la Universidad Ricardo Palma denominado LA MENTALIDAD PENTECOSTAL que explica no solo su crecimiento vertiginoso sino las particularidades para esta conversión cuya cantera proviene del mundo católico. Esta es la segunda entrega
EL ARTE DE CONTAR HISTORIAS.
A los Pastores les han enseñado cómo organizar la estructura y la secuencia de un relato histórico. Es decir, la morfología pero, no para el conocimiento científico, sino para la prédica evangelizadora. El manejo de este instrumento teórico no es dado a todos por cuanto «lo alto y lo bajo» tienen que estar debidamente separados. La cohesión social se mantiene mejor cuando hay un depositario del saber. Los secretos del poder, de la naturaleza, de Dios tienen sus misterios propios a los que no acceden todos: «cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno» (Romanos 12: 3). Orientar el espíritu a temas elevados es potestad de algunos, más aún, en una sociedad tan abismalmente diferenciada en las oportunidades de acceso a las necesidades vitales y a la educación esto es plenamente comprensible.
Ahora, ¿cuál es el valor de la Historia?, enseñar «la verdad, conmover las emociones, despertar la imaginación y propiciar el cambio del oyente. Y ¿cómo se construye la Historia? En tres pianos y cuatro partes. Un héroe que protagoniza el hilo de las acciones; dos héroes que trasmiten tramas en contraste y tres héroes de líneas paralelas. Lo anterior está enmarcado secuencialmente en: La introducción. Que tiene como propósito despertar interés, hasta lograr la necesaria atención. Crea una atmósfera especial.
Su duración es corta y se presenta en forma sencilla y clara. Se puede recurrir al diálogo.
El desarrollo. Que relata la sucesión de los acontecimientos conectados unos a otros, como eslabones de una cadena. Aquí debe haber emoción y privilegio de ciertos personajes.
El clímax. Que es la culminación de la intensidad emotiva. Es el corazón de la Historia y se presentará sorpresivamente para terminar con una moraleja.
La conclusión. El relato debe terminar agradablemente, con pocas palabras y una moraleja, para dejar en paz la mente del oyente. No hay que sugerir nada que aluda a otra Historia, salvo que sea para continuada posteriormente. De ninguna manera deje la moraleja para el final.
Como veremos, el uso de la Historia es totalmente particular. No es considerado en su estatus científico, sino meramente ideológico. En ella priman los héroes y se puede inventar el pasado. Recomiendan historiar «acontecimientos imaginarios» con el fin de enseñar “la verdad”. Pero la historia es humana y sólo ella en su razón de ser. No de los hombres en abstracto, sino de una sociedad y época determinadas. Con sus funciones múltiples, sus preocupaciones y aptitudes específicas, con sus sinsabores y sus esperanzas precisas. Esta historia tiene que ser verificada para que no se pierda en las tinieblas del tiempo».
Por supuesto es comprensible la manipulación de la historia con fines de conversión religiosa. Y, en esta dirección, la Biblia pasa a ser leída como un libro de Historia imbuida de una actualidad
semejante a la de un periódico.
(Continuará)