Nota de Redacción:
El historiador Wilfredo Kapsoli Escudero elaboró un ensayo para la Universidad Ricardo Palma denominado LA MENTALIDAD PENTECOSTAL que explica no solo su crecimiento vertiginoso sino las particularidades para esta conversión cuya cantera proviene del mundo católico. Esta es la segunda entrega
JESUCRISTO Y LOS DOS MALECHORES
Introducción
El relato evangélico sobre la pasión de Jesús ha sido escrito con “los ojos de la fe» por testigos presenciales que tienen la capacidad de hacernos vivir a nosotros como si también fuésemos testigos. Vaya leerles en el texto de Lucas, capítulo 33, comenzando con el versículo 35 una escena que nos lleva a la 2a. palabra de Jesús en la Cruz:
La gente estaba allí mirando, los jefes por su parte se burlaban diciendo: Ya que salvó a otros, que se salve así mismo, para ver si es el Cristo de Dios: el Elegido (Lucas 22: 35).
Desarrollo
El Pastor ha estructurado toda la trama de la historia en base a las citas bíblicas abreviadas desde el versículo 35 hasta el 43.
Aquí se nota que la gente y los soldados se burlaban del poder de Cristo. Se observa la presencia de los dos ladrones también crucificados donde uno de ellos se mofa de Cristo y el otro reprende al mal ladrón y humildemente le dice a Jesús que se acuerde de él cuando esté en su reino. La palabra de Cristo fue: “En verdad te digo que hoy ismo estarás conmigo en el Paraíso”. Esto es una confirmación de esperanza, una afirmación de perdón y una seguridad de victoria que el Salvador da a aquellos a quienes se dirige. Pero para aprender todo su significado, pongámonos nosotros mismos en la escena entre los espectadores.
El público asistía a un espectáculo organizado por los romanos para producir el escarmiento con la Cruz, era un acto público para burlarse del Rey de los Judíos. Uno de los malhechores insultó a Cristo y le pidió Salvación. El pedía una salvación terrenal, temporal. El otro criminal reconoció el poder de Dios y tuvo temor. Él se dio cuenta del reino divino, de la salvación eterna. Y esto le permitió dar un salto desde el estercolero hasta el trono de Dios. “Jesús ama a los de abajo, a los marginados de la sociedad, a aquellos que los demás consideran indeseables”. Esta es la moraleja.
Clímax
En verdad te digo, le dice Jesús a este hombre, que está sufriendo junto a Él, que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Tratemos de ubicamos en la escena. ¿Podemos ubicamos como contempladores indiferentes que miran desde lejos todo lo que pasa? ¿Es posible mantener una actitud fría y distante frente a este hecho maravilloso del amor de Dios; ante la muerte del Justo por los injustos? No hermano, este relato que les he contado es para que volvamos a vivirlo, para que nos metamos
dentro de él y no pidamos a Dios lo que pedía el primero de los criminales, sino más bien la actitud del segundo que reconoció que debemos acordarnos que Dios es Dios pero y Él nos salva
porque somos criaturas débiles sujetos a la caída, en suma: polvo.
Conclusión
La gracia de Dios nos alcanza seamos quienes seamos. Que su victoria es la nuestra y esto nos debe bastar porque Cristo dijo “.. es en tu flaqueza donde mi poder se perfecciona”.
La historia se ha construido en base a Lucas 23: 1 a 43 donde se relatan los sucesos de Jesús ante Pilatos, Herodes, su sentencia y crucifixión. Se han modificado los pasajes de la Biblia; así, el versículo 35 dice: “Y el pueblo estaba mirando, y aun los gobernantes se burlaban de él diciendo: A otros salvó, sálvese a sí mismo, si éste es Cristo, el escogido de Dios.”
Y en el texto del Pastor se lee: “La gente estaba allí mirando y hasta las autoridades se burlaban de Él diciendo: salvo a otros y ahora que se salve a sí mismo, si de veras es el Cristo el escogido de Dios” (la cursiva es nuestra). Es interesante observar aquí una subvaloración: “hasta las autoridades” y una ponderación al escribir “Él” con mayúsculas. De este modo se invierte la realidad en la primera connotación y se acentúa la sumisión en la segunda.
Él dice: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; más éste ningún mal hizo”. El Pastor escribe: “Nosotros con toda razón estamos sufriendo porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho, pero este hombre no hizo nada malo”. (la cursiva es nuestra).
La intención es clara: se trata de enfatizar la idea de que los pecados se pagan “sufriendo” porque es un “justo castigo” y Cristo o tiene que ser enaltecido para lo cual, despectivo de “éste”, se le transforma en “este hombre”.
Además se han sustituido palabras, los soldados “le escarnecían” es cambiado por “se burlaban” (v. 36); uno de los “malhechores” le “injuriaba” por uno de los “criminales” le “insultaba” (v. 39); cuando “vengas en tu reino” por “comiences a reinar” (v. 42) y “De cierto” …. por “En verdad” te digo (v. 43) (El entrecomillado es nuestro). Es decir, no sólo se hace más familiar y accesible al lenguaje sino que se le cambia el sentido: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” es más lato, que “Acuérdate de mí cuando comiences a reinar”. Aquí la idea de la inminencia es evidente. A su vez, “En verdad te digo”, es más rotundo que la primera.
Luego de una representación general, viene el núcleo del discurso; el significado de las palabras de los actores, los tres están condenados a muerte y se hallan crucificados ante una muchedumbre hostil que los acosa.
El primer malhechor le dijo, en tono insultante "Si tu (eres el Cristo, sálvate a tí mismo y a nosotros” (v. 39). El Pastor dice él demandaba: una salvación práctica, “temporal” y "terrenal”.
Quería probar el poder de Dios; “... que se rompan estas cadenas que me atan”, esta alegoría se le introduce para enfatizar el sentido de la exigencia. Es una imagen fuera de contexto. El ladrón se encuentra clavado en la cruz. Pero, desde luego, no tendría la misma eficacia si el texto dijera: «Que se salgan estos clavos que me fijan». El pastor dice que Jesús no podía atender este deseo, "profundamente humano”, producto de la frustración, porque «Él había dicho claramente que ésa no era la salvación que él venía a ofrecer, que el remedio que él venía a ofrecer iba mucho más hondo que la simple realidad y salvación política… (La cursiva es nuestra). Aquí, es interesante observar el menoscabo de oferta política, de lo social y colectivo para privilegiar la panacea, el “remedio” divino. Es más, la política es asociada al mal ladrón.
El segundo malhechor intervino reprendiéndole: “Ni aún temes tú a Dios, ¿estando en la misma condenación?” (v. 40). Él habla del “temor de Dios” que, por supuesto, es «algo más serio, más
grave y profundo” que el simple “temor a la autoridad y al sufrimiento físico”. Es cierto que, “el temor guía las acciones de los hombres”, pero él por esta sensibilidad descubre “quien es Jesús”: está frente a un hombre diferente a todos los demás hombres, “este criminal comienza a ver que es más que hombre excepcional” (subrayado por el pastor). Enseguida añadió: “Nosotros con toda razón estamos sufriendo, porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho, pero este hombre no hizo nada malo”. En estas palabras hay un sentido de justicia humana. Él se reconoce como infractor de las leyes sociales (al igual que su compañero), y por tanto es merecedor del castigo. Cristo, por el contrario, es víctima de la injusticia y de la maldad de las autoridades. Y finalmente dijo: “Acuérdate de mí cuando comiences a reinar; acuérdate de mí cuando vengas a tu reino" (La cursiva es nuestra).
El pastor le hace hablar a el malhechor: «Yo me he dado cuenta que tú eres el Rey; pero tú eres Rey de otro reino, diferente a los reinos de este mundo» Se crea la idea de lo inmediato y se metaforiza al Rey como símbolo de poder y a su reino como sinónimo de grandeza. Aquí es interesante remarcar que en la mentalidad popular está grabada la imagen transmitida por los
cuentos maravillosos donde la abundancia y la felicidad se dan de la mano. Por eso el Pastor insiste, por boca de su personaje: «Yo me he dado cuenta que tu reino tiene mucho más que ver que con sólo la comida, la bebida y libertad. Tu reino es más profundo, va al fondo del corazón, va a las lealtades más íntimas de los hombres». Es decir, el reino de Dios es la espiritualidad. El lugar del goce eterno.
Cristo le habló entonces al segundo malhechor. «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso». ¿Qué respuesta le da Jesús? ¿Qué salto va a dar este hombre?; desde el estercolero hasta el trono; comenta el pastor, es que este avezado criminal, en el último momento de su vida, «percibe su situación y extiende su mano para pedir la compasión de Dios”.
Por esto recibió la misericordia y esa hermosa promesa es que el Señor lo rescata y lo hace partícipe de su mundo, de su victoria.
Esta escena nos hace recordar que el Jesús crucificado es el mismo que habló bien con los samaritanos, con los nacionalistas y se detuvo para tocar a los niños. Se subraya los atributos edificantes de Cristo para dramatizar el relato. Esto es, a pesar de toda esa "bondad viviente”, le hicieron sufrir y lo mataron.
La historia de Cristo y los dos malhechores en la cruz está escrita «desde adentro» y con mucha pasión. Una de las finalidades es el contagio emocional de los oyentes y la segunda es la fijación de una serie de valores simbolizados a partir de las palabras de cada uno de los personajes y de todos en general. Vayamos a la evidencia de estas afirmaciones en el manuscrito del pastor: «el relato evangélico tiene la capacidad de metemos en la misma escena... de hacemos vivir a nosotros como si fuésemos también testigos presenciales de lo que está pasando». Más adelante invita: "tratemos de ubicamos en la escena. ¿Podemos mantenemos como contempladores indiferentes que miran desde lejos todo lo que pasa?» ¿Es posible mantener una actitud fría y distante frente a este hecho maravilloso del amor de Dios? No. «El relato nos es ofrecido para que volvamos a vivirlo, para que nos metamos dentro de él y para que nos veamos a nosotros mismos...”
Ahora, en cuanto a los valores tenemos que: el primer malhechor simboliza la frustración, «su deseo profundamente terrenal, profundamente humano de cambiar la situación de cualquier manera...” Por eso, «quizá alguna vez nos hemos sentido empujados a pedirle a Dios, pedirle a Cristo, lo que pedía el primero de estos dos criminales. Señor, si tu eres Dios y eres poderoso danos una salvación visible, inmediata...”.
Pero, nosotros debemos tener temor a Dios en nuestro corazón, que hemos de acordarnos de que Dios es Dios. Y es que este segundo ladrón represente al arrepentido, al «corazón contrito
y humillado» y que, por tanto, no será despreciado.
Por otra parte, Cristo simboliza con su palabra al Evangelio que «es mensaje de esperanza, afirmación de perdón y de victoria.
Por eso, debemos decirle: “Señor, ten misericordia de mí, el pecador, Señor yo no merezco esta salvación, Señor yo tenía que ser crucificado en tu lugar, tú eres el hombre que no hizo nada malo y fue crucificado por mí. Acuérdate de mí, Señor, cuando vengas en tu reino”. Y la maravilla del Evangelio te responderá “En verdad te digo que vas a reinar conmigo; en verdad te digo que si tienes fe vas a tener la corona...” (La cursiva es nuestra). La ilusión y la promesa mágica se juntan de tal manera que cada quien se siente un Rey potencial y vive feliz en espera de serlo de verdad.