Rafo León
Author: Rafo León
Periodista

fFEDERICO DANTON 1Pasaron muy pocos días, no puede decirse que el cadáver aún está caliente porque lo que él legó fueron cenizas a pesar de haber escrito que la herencia que le dejaba a sus enemigos era su cuerpo sin vida, su cadáver, una palabra que tiene la virtud de significar lo mismo como expresión y como contenido.

El hecho y sus consecuencias inmediatas tuvieron que ser populares y sumamente mediáticos, nada hoy que no cumpla con ambas condiciones pasará a la historia aunque el final de Alan García vaya a ser la excepción que confirme la regla: popular y mediático en ocaso y sin embargo, no pasará a la historia más que como el protagonista de un largo episodio que se lo terminó devorando. No ha de ser Alan García el que trascienda sino su quehacer, por eso que se repite tanto en la filosofía de bajo precio: por sus obras los conoceréis.

Un hombre enorme (no siempre fue monumental), activo en política durante casi medio siglo, discípulo directo de quien hasta su traición, prometía la refundación de nuestra República liderando a la nueva América en alas del Cóndor Indoamericano; dos veces presidente del Perú, escénico hasta cuando se fugaba en secreto clandestino saltando azoteas a la caza de un tanque de agua vacío, poco atinado con su segunda esposa, portador de la sospecha de corrupto como si de una añadida piel a la suya se tratara, responsable de patear a un humilde correligionario porque no le dio el paso en una marcha, autor de una filosofía (¿?) como la de El Perro del Hortelano que bien la hubiera firmado Arana, el cauchero; un orador de polendas que solía trastocar los versos de los poemas que citaba en sus balconazos, un atrevido crítico literario que juzgó a Vallejo y a Arguedas de depresivos y derrotistas. Y mucho más. Tanto que por menos cualquiera a los quince días de su suicidio, seguiría convocando a detractores y partidarios para debatir sobre quién fue realmente el personaje, qué sentido le dio a nuestra historia, qué aportó al desarrollo de las ideas políticas en el Perú, cómo analizar sus dos gobiernos, de qué manera calzó o no con los principios del APRA, ¿dejó alguna ruta que los jóvenes pudieran seguir?

Pero han pasado dos semanas de que se disparase un balazo y lo único que genera son delaciones y evidencias de que su segunda piel era la real y que su suicidio si algo tiene de heroico es el haberle ahorrado la indignidad de pasar sus fases depresivas dentro de una celda. Las maniacas más bien lo hubieran podido ayudar a imaginar que Edmundo Dantés algún día se fugaría de la isla Montecristo.

Muy poco tiempo duró el mito que lo mantenía vivo, vamos, el de Evita Perón continúa sesenta años después de, ¿su muerte? Ese vacío, esa nada, esa lista de corruptelas y de grandes ilícitos que comienzan a probarse, es el verdadero legado de Alan García a su país. No su cadáver, ahora cenizas, las de quien al final de cuentas nunca trascendió esa condición.

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