Alberto Ku King Maturana
Author: Alberto Ku King Maturana
Periodista y docente universitario

Estar en el momento precisoLa Revolución Militar que encabezó el 3 de octubre de 1968 el general de división Juan Velasco Alvarado y las Fuerzas Armadas mantiene dividido el sentimiento de los peruanos 51 años después.

El Perú vivía momentos políticos confusos y a la vez conflictivos, siempre bajo el espectro de un dominio económico de los Estados Unidos y una clase dirigente oligárquica. La pobreza y el abuso en el campo eran prácticas perversas, fenómeno social, económico y político extendido en casi toda la región.

En muchos países se extendían los regímenes militares y las democracias frágiles y corruptas seguían cerrando los ojos frente a un proceso que amenazaba incubar revoluciones sangrientas.

Este tema lo abordo en otro capítulo de mis memorias como periodista que observó, sufrió y lloró la miseria de una América Latina esclavizada por el corrupto poder.

El Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas sí fue un régimen dictatorial institucionalizado. Con planes de gobierno como el "Plan Inca" y otros aplicativos de contenido socialista, con apuntes progresistas.

Un grupo de coroneles del Ejército elaboró los principios básicos de la Revolución: Rafael Hoyos Rubio, Jorge Fernández Maldonado y Luis Gallegos Venero, entre otros, elaboraron el sentido político de su Revolución Social. Una proclama inicial fue "civiles y militares unidos por la causa de la Revolución".

Se implementaron muchas acciones políticas, en el campo se estableció una compleja Reforma Agraria, que confiscó millones de hectáreas sin previa preparación del campesino agricultor. Se crearon la Propiedad Social, se alimentó el odio del campesino sobre el hacendado, y se empoderó a los sindicatos, aparte de su aproximación al mundo socialista en Chile con Salvador Allende y Cuba con Fidel Castro.

Vayamos al 10 de marzo de 1973, cuando Velasco sufre un "aneurisma aórtico abdominal, que produjo una gangrena en su pierna derecha. Se la amputaron de urgencia. Durante los siguientes meses, Velasco ya no mostraba la natural energía del líder. Se fue degastando orgánicamente.

El 5 de febrero de 1975, una revuelta policía se convierte en una gran asonada callejera, en la que huestes apristas no fueron ajenas. Lima quedó en manos de turbas que incendiaron edificios públicos y privados. Resultado: cien muertos por acción de los militares que hicieron cumplir con severidad un toque de queda.

Meses antes el gobierno militar se sentía acosado, incluso tras la prepotente confiscación de los medios de comunicación: radios, canales y periódicos. El escritor Hugo Neyra fue uno de los interventores del diario Correo y luego director del fascista SINAMOS, una aplanadora Anti democrática.

En medio de repetidas crisis políticas y sindicales, VELASCO cae nuevamente enfermo y el 29 de agosto de 1975, el general Francisco Morales Bermúdez traiciona a VELASCO y lo reemplaza bajo el membrete de "Segunda Fase" del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas.

Varios días antes de la navidad de 1977, Velasco ingresa a cuidados intensivos en el Hospital Militar. Su estado: de GRAVEDAD. Mis jefes en Roma me sugieren ingresar al hospital y permanecer en las cercanías de la habitación del expresidente.

En aquella época no había celular pero sí amigos médicos. Uno de ellos, asimilado de apellido Bautista se coludió conmigo y me hizo ingresar como internista, vestido con un saco blanco y un estetoscopio que colgaba de mi cuello. Nervioso caminé hasta un largo corredor, donde soldados armados y de inteligencia del ejército, con fusiles protegían el piso del ilustre paciente. Me ubiqué esa noche en una salita contigua, donde instalaron un teléfono de disco, color negro. Mi única forma de estar comunicado con Ansa.

Al promediar la jornada del 24 de diciembre de 1977, observo el ingreso raudo de Monseñor Luis Bambarén, con los accesorios propios para suministrar los Santos Óleos.  Un día antes (ver recorte periodístico) le pregunté a Bambaren sobre la salud de Velasco: "esperamos la gracia de Dios", me dijo en la puerta del hospital militar.

Ese día previo a la Navidad, El General de División Juan Velasco Alvarado, muere de septicemia a la edad de 67 años.

"Juanito ha muerto", salió llorosa de la habitación Bertha "coca," Gonzáles Posada, cuñada de Velasco y hermana del dirigente aprista Luis González Posada..."el Presidente ya descansa en paz", me tocó las manos y regresó a la habitación del general.

Corrí al teléfono y lancé la noticia que ANSA difundió en el mundo y en nuestros clientes en el Perú.

Así se apagó la vída de un hombre que generó hasta hoy gran debate político y que también tuvo el coraje de pocos de enfrentar al poder económico, militar y político de los Estados Unidos.

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