Luis Nunes Bertoldo
Author: Luis Nunes Bertoldo
Analista político

JugarConFuego resultadoVeo con preocupación, una crispada coyuntura política para los próximos meses. Ustedes dirán que eso no es nada nuevo bajo el Sol. Cierto, pero lo sucedido con Alan García y los eventos ligados al caso Odebrecht, ha sembrado un manto de duda y de desconfianza que se ha llevado por delante a casi toda la clase política del país y de muchos otros países del Continente. Estamos hablando de U$800 millones en sobornos entre el 2001 y el 2016, para obtener jugosos contratos gubernamentales o apostar a futuros gobiernos, invirtiendo dinero sucio en sus campañas.

 

La opinión pública observa todo esto desconcertada pero también con mucha rabia, con ganas de ver a los culpables castigados, aunque muchas veces la misma ciudadanía tolera y es  en parte de eso que se conoce como “roba pero hace obras”, lo cual es un pésimo indicador de nuestra catadura moral.

Mi preocupación radica en cómo se canalizará esa rabia, esa decepción, con miras a lo que queda de este período del Ejecutivo y del Legislativo, amén de los enormes problemas que también confronta nuestro Poder Judicial.

Andrés Oppenheimer comentaba hace pocos días en una de sus columnas, que todos estos escándalos podrían producir en el país, una reacción populista y yo añado, una reacción populista de izquierda o de derecha. La desconfianza reflejada en los últimos años del Latinobarómetro y ese deseo de venganza hacia los políticos que han traicionado a sus electores, puede convertirse en un cóctel explosivo, buscando un falso profeta que prometa acabar con la corrupción. Cuidado con los cantos de sirena.

¿Tendrá la actual clase política, la suficiente madurez para afrontar con responsabilidad, los grandes retos en materia de reforma política (que incluye la reforma electoral), de la reforma del sector justicia y atender de manera prioritaria los graves problemas en seguridad ciudadana, la reforma del sector salud y educación, así como procurar aminorar las graves consecuencias de ser un país atrapado en una informalidad devastadora y que se ha convertido en cultura popular?

Cuando escuchamos los discursos encendidos en el Parlamento, rasgándose las vestiduras y atacándose unos a otros, cuando todos en verdad somos culpables de lo que nos pasa, ya sabemos el resultado: al mejor estilo del Gatopardo, todo parece cambiar, para al final todo quedar igual.

Señores, no juguemos con fuego. Un pueblo enardecido, es capaz de tomar decisiones equivocadas –ya ha tomado muchas- y votar otra vez más con la bilis que con el cerebro, castigándose en el fondo a sí mismo, pues serán víctimas de su propio veneno.

Desde estas humildes reflexiones, apuesto por la grandeza del Perú, por dejar de lado la “p” de la politiquería y pensar en la “P” de la buena política. Dejar los círculos viciosos y pensar en los círculos virtuosos de la ética pública pero también de la ética ciudadana.

El país es viable, si todos creemos en él y apostamos por él. Con el Bicentenario a la vuelta de la esquina, no podemos desaprovechar esta nueva oportunidad.

 

Espacio Publicitario