Julio Guzmán, fallido excandidato presidencial, empieza a calentar motores para la eventual campaña de elecciones generales previstas para el 19 de abril del próximo año. La profunda y prolongada crisis política y moral que nos agobia, también atrapó a todos aquellos que los mueve la natural ambición de alcanzar el poder.
Julio Guzmán, líder del Partido Morado, hizo en el pasado muchas declaraciones políticas que no fueron lo suficientemente claras y precisas. Para muchos, Julio Guzmán es muy genérico en un país sacudido por problemas endémicos y casi permanente inestabilidad política en las últimas décadas.
Cuál es el ideario del Partido Morado, que ideología abraza este personaje que no tiene antecedentes políticos y la experiencia requerida para asumir, en serio, la enorme responsabilidad de dirigir una Nación con graves problemas estructurales. Además, no se conoce cuáles son las fortalezas de su acción programática en un país como el Perú, donde hay mucho por reconstruir y solucionar de manera creativa.
Lo entrevisté muchas veces en Radio Nacional y TVPERU pero debo confesar que sus respuestas a mis interrogantes me crearon más dudas que seguridades. Y es que Guzmán asoma en un escenario político salvaje, donde la corrupción es estructural y el sistema político está colapsado sino a punto de colapsar.
Sí Julio Guzmán no tiene claro el panorama político peruano, mejor que se guarde para tiempos políticos menos tormentosos. Qué respuesta política aplicaría, por ejemplo, para revertir los complejos problemas sociales, económicos y políticos que ha semisepultado a la clase política y dirigencial peruana, que cuelgan del cuello el ominoso título de CORRUPTOS.
Que garantiza que Julio Guzmán no sea más de lo mismo en un contexto en que la confianza y credibilidad están por los suelos. ¿Guzmán tendrá el coraje y la firme decisión de continuar en la lucha contra la corrupción que ahora está en manos de la población en general y no de los políticos?
Ya hemos superado aquella vieja práctica de ensayar o experimentar procesos que a corto o mediano plazo culminan en estrepitoso fracaso. El pueblo peruano, estoy seguro, ya no se traga las falsas ofertas políticas que alimentan el ego del caudillo o del potencial delincuente que llegue al poder.
Se ha demostrado lo difícil y complejo que resulta gobernar un país salpicado por el odio político, la revancha política y el manejo oscuro del Patrimonio Nacional.
Lo que se conoce de Julio Guzmán no es suficientemente para tentar el poder, y porque la sonrisa no es suficiente para ganarse la simpatía del electorado.
Los viejos partidos políticos y sus dirigentes cargan sobre sus hombros un pesado y nefasto historial de tropelías y corruptelas a nombre del pueblo.
Julio Guzmán, como los otros candidatos que seguro serán muchos, tendrá que hilar fino, transparente, inteligente y probo, pero sobretodo tener las cualidades de un verdadero estadista.
No más oportunismo y mediocridad, no más discursos engañosos o prácticas ocultas en el manejo de la cisai pública.
De todos los que figuran en el entorno de Julio Guzmán, una personalidad intelectual que ofrece crédito político y personal, es el recocido intelectual peruano, Francisco Sagastume.
"Comportamiento ejemplar y sin tapujos", es lo último que ofrece Julio Guzmán, pero lo reiteramos una vez más: no es suficiente una sonrisa marquetera, ni palabras, palabras, que se las lleva el viento.
Ahora se exige de los candidatos a ser auténticos, honestos, veraces y sin poses de salvadores de la Patria.