Marcos Ibazeta Marino
Author: Marcos Ibazeta Marino
Abogado, docente universitario y expresidente de la Corte Superior de Lima

Marcos Ibazeta 11 de mayo

Como se ha venido sosteniendo desde el inicio de la pandemia, la cuarentena era una medida adecuada para contener el contagio y, por ende, descongestionar las instalaciones del sistema de salud, con el objeto de volver a la vida normal en el más corto plazo.

Todo salió mal y no por culpa de la población sino por el extravío gubernamental concentrado en ganar popularidad con un programa para hablar todos los días de estadísticas desmentidas por la realidad y para anunciar medidas plasmadas en decretos pero que jamás tuvieron una aplicación coherente porque no existía plan alguno ni métodos adecuados para evitar el desbande popular.

Jamás escuchamos al Presidente identificar los centros de concentración popular como mercados, desplazamientos controlados el exterior e interior de mercados, del procedimiento para que los productos de primera necesidad pasaran de los mercados mayoristas a los minoristas, identificar zonas de pobreza y alta concentración demográfica para movilizar hacia allí mercados itinerantes, no hubo racionalidad en la entrega de bonos a través de entidades bancarias ante las cuales las colas de gente apretujada eran interminables, no se coordinó con sectores de población para organizar por manzanas algunas posibles “ollas comunes”; al contrario, empezaron a distribuir canastas pero a ciegas provocando más desbandes populares; la coordinación entre gobierno central y gobiernos regionales y locales fue nula, el sistema de seguridad no fue activado y el desorden cundió por todos lados.

Recién ahora, algunos municipios procuran organizar el acceso, desplazamiento y salida de mercados, pero haciendo al final lo que debió hacerse desde el comienzo, cuando ya la gente no está respetando nada porque luego de cuarentenas extendidas, su desesperación económica crece en demasía cada día. Ningún acreedor ha dejado de cobrar, ni siquiera hay flexibilidad por los prestadores de servicios públicos, los Bancos que han recibido financiamiento público a cero intereses congelan las tarjetas de todos los que solicitan la reprogramación de las cuotas correspondientes a los meses de cuarentena, de los colegios ya mejor ni hablar. Se desató un populismo desordenado y el resultado económico ha sido pésimo.

Mientras, la economía nacional y familiar se ha ido deteriorando en grado sumo, a tal punto que, según los especialistas en la materia, una prórroga más del aislamiento resquebrajaría por completo el producto bruto interno con cientos de miles de puestos de trabajo perdidos, con los millones de desocupados incrementando la informalidad y con el desborde de la inseguridad ciudadana porque la delincuencia crecerá cuanta más escasez haya.

Los conflictos sociales e interpersonales por contratos incumplidos se multiplicarán y no tenemos ni Ministerio Público, ni Poder Judicial, ni Policía en aptitud de dar respuestas y ni siquiera de recibir con prontitud demandas y escritos.

Los gordos, hipertensos, diabéticos, entre otros, están condenados a quedarse en su casa hasta el día de san blando. No habrá trabajo para ellos.

La corrupción campea y el gobierno procura disfrazar el hecho. El más lamentable ejemplo lo tenemos en la PNP en donde los generales solo son cambiados de ubicación, el nuevo ministro comete disparates en la designación de asesores y el nuevo comandante general de la policía es desaforado a la semana de su designación. El Presidente contrata un millonario seguro privado para él y su familia cuando el pueblo muere en la peor miseria y abandono. El ministro de Salud se presenta al hospital de Iquitos vestido como un marciano y entrevista a un médico en mangas de camisa y con una miserable máscara, sin ninguna protección adicional. No hay puentes aéreos ni terrestres y la gente que se desplaza hacia su terruño a pie o haciendo cola en embarcaderos sobrevive a la intemperie como puede.

La pandemia aún no alcanza el pico más alto, pero hacia allí vamos.

Sin embargo, ya la economía no resiste y hay que volver a la “normalidad” pues ya no importa cuántos más mueran, pues con el hambre desaparece el miedo y la crisis puede derrumbar una popularidad que no se sabe de dónde sacan las encuestas hechas en plena crisis, con aislamiento absoluto.

¿Cuál será la nueva normalidad a partir de ahora?

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