ESTUVE CERCA DE ELLA
No sólo fue el sex symbol de su época; musa inalcanzable, de la mía; provocadora de vicios solitarios de los muchachos en Puquio, actriz, y un mujerón, como decíamos los colegiales del Manuel Prado, sino que fue la mujer que marcó huella en quienes la amaron en carne viva, o la soñamos después de cada noche de verla en el cine del pueblo, con cintas en carrete que hacían ruido al correr. No hay duda, Marilyn Monroe fue la estrella de mi generación.
Las pocas veces que llegó a Puquio, junto con las películas de Pedro Infante o María Félix, la vimos una y otra vez en nuestra imaginación. La soñábamos delgada, pelo rubio, labios carnosos y cintura de avispa, la deseábamos con sus ojos inquietos y el cuello delgado y largo como si se tratara de una tierna vicuñita de las pampas de Galeras. Cuántos años habían pasado, desde que la vimos por última vez, porque después sólo habitaba en mis recuerdos.
Ella que había fugado a Nueva York, después que Hollywood le tributara tremendo homenaje en 1954, para buscar algo de cultura y teatro, permanece ahora en el museo Madame Tussauds de Nueva York, donde la encontré con el mismo vestido que el viento levantó sus pliegues, en atrevido movimiento, que casi puso al descubierto aquello que en el mundo entero desearon ver los hombres de todas las edades, y sólo completaron con la imaginación.
Me acerqué con curiosidad. Y le pedí a Kukuli, mi hija, que disparara las veces que quisiera para inmortalizar mi momento al lado de quien fue considerada como la mejor fantasía, el mito viviente, la carne hecho realidad de los años 50, en el siglo pasado. Entonces, me atreví, levemente, a tocarle el mentón, el mismo que puso de vuelta y media al escritor Arthur Miller, su marido por cuatro años y medio, tiempo en que éste se dedicaba al activismo político y social, arremetiendo con intensidad contra la deshumanización de la vida estadounidense. Ya sin ella, años después, Miller denunciaría la intervención de Estados Unidos en Corea y Vietnam, como debió ser.
Marylin era, según sus biógrafos, una mujer triste, pese a su tremenda belleza y ser la celebridad del cine norteamericano de la época. Era también una muchacha algo tímida, personalidad que nadie pudo explicarse del todo y algo de la que ella se sentía hasta avergonzada. No era, entonces, la mujer de actitud firme que los muchachos de entonces mirábamos en el cine, era la mujer frágil que después, casi en el ocaso de su vida, la llevaría a un manicomio para ser tratada de sus fuertes depresiones, hasta que se suicidó, finalmente en la madrugada del cinco de agosto de 1962, en su modesta propiedad en Los Ángeles, y en cuya entrada se podía leer: “aquí acaba el viaje”. Y era muy joven cuando esto ocurrió.
Tenía solo 36 años. Se sentía cansada y muy sola, El mundo lo sabría 20 años después, cuando una famosa editorial española publicó sus textos inéditos y poemas, que los había dejado como testamento a la posteridad. ¿Cómo podía sentirse sola la mujer más adorada del mundo?, escribió el editor de su obra póstuma. Yo también me hice esta pregunta al contemplarla en este frío museo, en la ciudad de los rascacielos.
Estoy muy cerca de ella que casi siento su aliento y su perfume que el tiempo ha inmortalizado. Vivió con la intensidad de una gacela que se sentía atrapada además por la traición y el abandono, que fue una constante en su vida. Tuvo tres maridos y cada uno de ellos la quiso a su manera. Sin embargo, ni ellos ni sus amantes, desde los hermanos Kennedy hasta Frank Sinatra, Yves Montand o Marlon Brando, tremendos personajes, pudieron brindarle la paz que ella buscaba con atormentada obsesión.
Ahora la contemplo a la estrella de mis años iniciales, a la diva de mis lecturas tardías, a la mujer que supo inspirar al mismísimo poeta Ernesto Cardenal quien escribió en su Oración por Marylin Monroe: Señor/ recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,/ aunque ése no era su verdadero nombre/ (pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años/ y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)/ y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje/ sin su Agente de Prensa/ sin fotógrafos y sin firmar autógrafos/ sola como un astronauta frente a la noche espacial…(sic)