EL FACTOR VERDUGO
Cachito Ramírez fue un futbolista atípico para el Perú. Incluso su nombre no era propio. Lo había tomado prestado de un jugador ya retirado que se llamaba Alberto Ramírez y a quien llamaban ‘Cachito’, un futbolista que jugó para la selección peruana en las Olimpiadas de Roma de 1960 y que tiene un nieto, también ‘Cachito’, Luis Alberto Ramírez Lucay, quien hoy juega por Alianza Lima.
El ‘Cachito’ Ramírez que es histórico se llama Oswaldo Felipe Ramírez Salcedo, es limeño, tiene 70 años, no es pariente de los anteriores y fue un veloz delantero que vistió las camisetas de Sport Boys, Universitario de Deportes y Sporting Cristal en el medio y jugó por el Atlético Español de México y Deportivo Galicia de Venezuela. El ‘Cachito’ Ramírez que es histórico terminó de dirigente deportivo, llegó a ser presidente de la Federación Peruana de Fútbol (1985-1986), se desempeñó como comisario de la FIFA y, según la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol, es uno de los más importantes goleadores sudamericanos de las décadas del 60 y 70.
‘Cachito’ Ramírez iba para atleta. En el colegio batía records en velocidad y llegaba a poner menos de 11 segundos en 100 metros planos. Fue preseleccionado atlético desde juvenil en los equipos nacionales. Pero también sabía hacer goles. El día que se fue a probar al Sport Boys no pudieron con él y se quedó en el equipo rosado cuando apenas tenía 18 años para convertirse en un equipo de jugadores ‘pericoteros’ (Zevallos, Herrera, Cossío y Ferreti) como un tremendo goleador que casi alcanza los records de otro histórico, Valeriano López, “El tanque de Casma”.
Los que lo conocieron en esos años aseguran que ‘Cachito’ Ramírez era lo más alejado del perfil típico del jugador con sustancia de barrio. El barrio otorga picardía y malditismo de esquina. ‘Cachito’ Ramírez era todo lo opuesto a sus compañeros en el Boys que portaba la sintaxis violenta del puerto y, cuando jugó en la selección, fue el que menos se parecía a personajes sabandijas como ‘Perico’ León, Roberto Challe, el ‘Cholo’ Sotil o el ‘Chito’ La Torre. Disciplinado y correcto, incluso, cuentan, no hablaba lisuras y apenas se le recuerda un par de broncas pero siempre separando.
Y si ‘Cachito’ Ramírez es casi un santo para los peruanos, para los argentinos resulta peor que un demonio. Tres años antes de que Perú elimine a los del Río de La Plata, en 1969, nuestros equipos le habían faltado el respeto desde aquella Copa Libertadores de 1966 cuando Alianza Lima venció a Boca Juniors en la temible Bombonera con un gol increíble de Víctor ‘Pitín’ Zegarra. Y al año siguiente en la Libertadores, y en también gesta epónima, la “U” de Marcos Calderón, les ganaba en apenas 24 horas a River Plate en el Monumental y a Racing Club en su temible Cilindro de Avellaneda, en las dos noches más frías que se recuerden.
En 1969 el Perú era distinto al de estos días. Gobernaba la Junta Militar del general Velasco y el sistema democrático había sido remplazado por una euforia nacionalista que se sentía en las calles. En esa circunstancia el fútbol de ese entonces fue tomado como una cuestión de Estado. Baste recordar la patriotera vuelta olímpica en el Estadio Nacional de Velasco previo al partido con Bolivia que también se encontraba en la misma llave con Perú y Argentina. Hoy recuerdo como un retrato en sepia a los hinchas llorando en las tribunas mientras se cantaba el himno nacional.
Así las cosas, ‘Cachito’ Ramírez era lo menos peruano de lo que uno se imagina. En esa selección del brasileño Didí se apostaba por el futbolista de amagues y fintas –del regate como llaman hoy los huachafos–, de gambeta y dribling, de pinturas y arabescos que tenía como sumo sacerdote precisamente al embetunado Pitín Zegarra. ‘Cachito’ Ramírez al contrario, parecía un cojo para la gambeta y un minusválido para el dribling. Incluso, la masa lo pifiaba cuando ingresaba en los segundos tiempos. Pero aunque le duela a muchos, ‘Cachito’ tenía lo suyo. La velocidad, la llegada franca, el remate y el gol exonerado de trámites y burocracias. Su estilo era no tener estilo pero cuando se arrancaba como bólido por la izquierda no paraba hasta las redes.
En esos días el médico Félix Figueroa Goytizolo –cirujano y compositor– embargado por furor patriota había recuperado para el género de la polka un tema que el pueblo cantaba a voz en cuello. “Perú campeón”. En la elaborada canción se nombra al equipo de todos y más o menos empezaba así: “Con Rubiños en el arco, la defensa es colosal… Y terminaba con: “…Challe, Mifflin y Cubillas, y el gran ‘Perico’ León, Baylón y Alberto Gallardo, completan la selección”. Como se habrán dado cuenta, el tal ‘Cachito’ Ramírez no figuraba ni en pelea de perros. El Dr. Figueroa, quien murió del Alzheimer, no se cansó jamás de pedir disculpas a ‘Cachito’ Ramírez por tamaña omisión, aunque este ahora era llamado “El verdugo de la Bombonera”.
Para el último partido que los argentinos –como ahora– habían programado en su Bombonera, la selección presentó varias bajas. Aquel 31 de agosto de 1969 Didí mandó al campo a Luis Cruzado que remplazó a Mifflin, a Rafael Risco que hizo lo propio por Nicolás Fuentes y a Cachito Ramírez quien suplía a Alberto Gallardo. Los hinchas aceptaban a Cruzado y Risco pero con el suplente de Gallardo nada que ver. El partido tuvo otro ingrediente tecnológico. Era la segunda transmisión vía satélite que observábamos en el Perú luego que días antes habíamos visto –en vivo y en directo como dijera Humberto Martínez Morosini– cómo el astronauta Neil Armstrong a bordo del Apolo 11 pisaba por primera vez la Luna.
A las 2 de la tarde, hora del Perú, aquel domingo comenzaron a jugar en La Boca de Buenos Aires dos posiciones que estaban alejadas unas de otras. Argentina con todos sus pergaminos y un modesto Perú que se atrevía a ingresar al parnaso futbolístico. Ellos necesitaban el triunfo y nosotros solo el empate. Así llegamos al segundo tiempo defendiendo con heroicidad el cero. Perú se había perdido tres goles cantados. ¿De quién fue la culpa? De ‘Cachito’ Ramírez. En algún momento Didí confesaría que ya tenía el cambio de Percy Rojas por el mediocre ‘Cachito’ Ramírez. Pero en eso Cubillas provoca un contragolpe y se arranca ‘Cachito’ Ramírez, quien deja atrás a un defensor argentino de nombre Luis Gallo, enfrenta al largo Agustín Cejas y lo vence con zurdazo arrastrón. No lo podíamos creer. Luego ellos empataron y otra vez otro contragolpe letal provocado por Challe, llega 'Cachito' Ramírez y de punta fulmina a Cejas.
El diario El Comercio, no sin mala leche en su edición del día siguiente, informaba así: “Perú se clasificó al Mundial de México". Entre tanta euforia, el presidente Velasco felicitó a los jugadores y rápidamente se subió al carro del triunfo. “Todo el Perú debe recibir al equipo con los brazos abiertos”, dijo ayer el presidente de la República, general EP Juan Velasco Alvarado, a una multitud que se reunió frente a su residencia en la urbanización Aurora, y que lo obligó a salir tres veces a dirigirle la palabra”.
El júbilo motivó al primer mandatario a entonar, con el puño alzado, el Himno Nacional, y a una posterior promesa. “Y dentro de poco vamos a obtener otros triunfos”, exclamó, mientras los artículos de primera necesidad registraron un alza en sus precios aprovechando la coyuntura.
Había subido el pan y el arroz pero no nos quisimos dar cuenta. El fútbol, a decir más de Borges que de Marx, y más que la religión, es el opio del pueblo. Y en el Perú de estos últimos tiempos, donde todo nos separa, hay dos productos nacionales que nos tejen y nos unen: la cocina y el fútbol. Esa pelota que rueda casi de manera erótica buscando penetrar el cuidado pórtico del rival, es un buen pretexto para arrancarnos de los descontentos de la existencia. El fútbol es la práctica del amague y la burla que emociona porque con él se doblega las rutinas y tensiones.
El fútbol peruano es el arte de la finta y su alarde que produce goles con su agregado estético del gozo y que tiene su excepción: los implacables goles de ‘Cachito’ Ramírez en el paroxismo de la efectividad y el castigo.
En un país donde el fútbol es lo que más se parece a la política por su turbidez y la falta de institucionalidad, la memoria de las pocas hazañas, pero justas hazañas al fin, reconocerán a ‘Lolo’ o ‘Manguera’, a Valeriano o ‘Perico’, al ‘Cholo’ o a Guerrero, y por cierto a ‘Cachito’ Ramírez. Sí, aquel que se ha vuelto a poner de moda y que ostentó por casi treinta años, el récord de ser el máximo goleador del fútbol peruano y que recién fue superado por un semiargentino llamado Sergio ‘Checho’ Ibarra, quien tampoco tuvo estilo ni estilete pero que ya pasó a la inmortalidad por la impiedad de sus goles.