Author: Umberto Jara
Escritor, periodista y abogado
El último técnico en la prehistoria del fútbol fue el argentino Carlos Salvador Bilardo, autor de una frase efectista que muchos han repetido a lo largo de los años. Es una frase torpe con la cual intentaba descalificar al subcampeón de una competencia: "Ser primero no es lo importante, es lo único; nadie se acuerda del segundo. ¿Vos sabés quién pisó América después de Colón? Yo no". Por donde se vea tal afirmación es un disparate. Empecemos por lo último. El que pisó América después de Colón fue el cura Pedro de Arenas porque según las costumbres de ese tiempo tenía que descender de la nave con los símbolos religiosos de la corona española. Bilardo habrá estado desatento en el colegio. Volvamos al fútbol.
Aquella frase de Bilardo le hizo un daño inmenso al fútbol argentino. Se volvieron obsesivos con ser campeones, se creyeron siempre (hasta hoy) candidatos al título, iniciaron la malcriadez de quitarse la medalla del segundo o tercer puesto y, afanados en la tontera, nunca se detuvieron a revisar sus errores para enmendarlos. El resultado es nítido: fueron campeones del mundo hace 33 años y nunca más y hace 26 que no ganan la Copa América.
Ocupar el podio en una competencia es un honor porque es el reconocimiento al mérito obtenido entre el total de competidores. Cierto es que el primer lugar distingue y satisface sobremanera, pero el segundo puesto significa que has tenido mérito, que has luchado, que has vencido y te han vencido. Es decir, has competido con brillo. Sostener que el subcampeón tiene destino de olvido raya en la sandez. Para no extender este preámbulo, basta decir que la Holanda del Mundial Alemania 1974 es historia inolvidable y siempre presente porque marcaron un antes y un después en la forma de jugar al fútbol. Y fueron subcampeones.
El subcampeonato obtenido por Perú en la Copa América Brasil 2019, es un enorme logro y un inmenso orgullo. En lo deportivo empezamos con malas actuaciones y en el camino fuimos encontrando nuestras pocas virtudes con muchachos que no son estrellas, que no habitan la elite futbolística pero saben unir sus modestos talentos para enfrentar a figuras estelares y eliminar a equipos poderosos. Es un mérito formidable porque enseña que, con poco, se puede lograr mucho a condición de estar unidos. Tenemos también un comando técnico encabezado por Ricardo Gareca que sabe agrupar la escasez y la modestia para lograr resultados. Eso es ejemplar porque prima la inteligencia (“pensá, pensá”) y el sereno razonamiento. No tenemos al genial Messi pero cómo quisiera Argentina tener a Gareca y no a Scaloni.
Hay otra razón valiosa para sentirnos orgullosos de ser subcampeones y es ésta: cada vez que juega nuestra humilde selección llenamos el estadio o viajamos o dejamos vacías las calles de las ciudades porque estamos aferrados a los televisores. No nos creemos nunca candidatos y sabemos que la derrota puede ser previsible pero también tenemos el anhelo del triunfo esquivo. Allí habita un significado importante: somos un país que sabe tener ilusión, somos gentes que saben entender la esperanza. Tenemos la capacidad de soñar. ¿Por qué esto es importante? Porque quien tiene ilusiones tiene el impulso para alcanzar logros. Por eso, el peruano se caracteriza por ser imaginativo para inventarse un trabajo cuando le falta el sustento, por eso el peruano se enorgullece diciendo “soy chambeador”, por eso en estos años el fenómeno del emprendedor ha sido posible, por eso logramos salir del terrorismo y de la hiperinflación. A pesar de todo lo que nos ocurre, nunca nos hundimos porque sabemos tener esperanza. No nos agobia perder el campeonato. Nos interesa, más bien, alcanzar con orgullo nuestros logros, pequeños o grandes, no importa. Son nuestros logros. Y nos alcanza para avanzar y abrazarnos.
Por eso nos llenamos de alegría orgullosos de ser Subcampeones de la Copa América, eso sí, dando batalla. Al poderoso Brasil con jugadores del Liverpool, Barcelona, Real Madrid, París Saint Germain, le dimos batalla y estuvimos en la final del Maracaná por encima del resto de países. Cómo no nos vamos a sentir orgullosos si nos fue mejor que a Argentina, Uruguay, Colombia y, sobre todo, dejamos atrás a un país que no es necesario nombrar.
Existe una razón más. Acaso la más importante. A lo largo del domingo 7 de julio de 2019, en las casas y en las calles, antes y después de nuestra final de la Copa América, niños, padres, madres, hijos, hijas, abuelos y abuelas, estaban sonrientes, alegres, luciendo la rojiblanca. Emociona, conmueve porque los peruanos sabemos que lo importante no es si los sueños se cumplen o no, lo importante es saber vivir el momento. Si el sueño se esfuma no importa porque mientras estuvo nos llenó de vida y nos dejó enseñanzas. Y eso tiene un significado superior: los peruanos sabemos que en el esfuerzo diario, en esa cancha, allí, podemos ser campeones o subcampeones o terceros, no importa, lo que interesa es que tenemos siempre una ilusión para seguir viviendo y avanzando.
Y allí está. Nadie creía en nosotros —y nosotros fuimos hasta donde tuviésemos que llegar— y ahora la historia indica que Perú jugó la final de la Copa América 2019.