Marcos Martos Carrera
Author: Marcos Martos Carrera
Periodista y docente universitario

Sobre San MarcosCelebramos en este mes de mayo los 468 años de la fundación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y esta ceremonia se realiza en el Convento de la iglesia de Santo Domingo que albergó a la institución en los primeros tiempos. Es simbólico que una universidad laica del Perú, la de mayor importancia tanto en la época virreinal como en los tiempos de la república, vuelva a sus primigenias fuentes espirituales con renovado vigor.

George Steiner, al estudiar las corrientes modernas del pensamiento, el marxismo, el psicoanálisis, el estructuralismo y los movimientos contraculturales, llega a la conclusión que todas ellas tienen una nostalgia del infinito, la búsqueda de una trascendencia metafísica, un tanteo inconsciente del ser humano por confundirse con la divinidad. No otra cosa hizo en su magnífica poesía el sanmarquino César Vallejo a quien evoco en esta mañana de conmemoración. Volvemos para subrayar la importancia de nuestros orígenes.

Desde sus inicios la universidad de San Marcos, como lo investigado bien Luis Antonio Eguiguren, procuró vincular los saberes, defender lo propio en el sentido raigal cultural, los idiomas que se hablaban en el territorio por ejemplo, quechua, aimara, mochica, y al mismo tiempo responder a su condición de institución occidental, íntimamente vinculada a la cultura europea, donde había nacido la noción de universidad. Docencia, investigación y servicio forman parte de la noción de universidad desde que fue fundada en Bolonia, en el siglo XI.

Sabemos bien que la docencia tuvo la primacía durante los primeros siete siglos de funcionamiento, de la institución, pero a partir del siglo XIX, principalmente con el desarrollo de la universidad alemana, gestada por Humbolt, la docencia para la formación humanística tuvo que compartir su espacio con la investigación y la creación de conocimientos como misión primordial. A finales del siglo XIX la universidad norteamericana añadió el servicio y la extensión como elementos de la misión. Estas actividades son válidas y pertinentes en todas las universidades occidentales. En cada circunstancia histórica toda universidad brinda mayor atención a uno de estos elementos.

Actualmente la universidad es como red de invisibles filamentos que van respondiendo a las necesidades de la sociedad y San Marcos tiene una serie de valores que la sitúan de modo ventajoso en el centro de la sociedad peruana. En todo el país no existe ninguna universidad, ni pública, ni privada, a la que sea más difícil ingresar como estudiante, por lo tanto quienes ingresan a ella, están bien seleccionados, no por origen social, sino por capacidad intelectual. San Marcos, tiene, además, el mayor número de doctores y magísteres que cualquier otra institución universitaria del país y tiene también la mayor cantidad de maestrías y doctorados en todo el Perú.

El número de carreras que ofrece San Marcos en sus escuelas, es también mayor al de todas las demás universidades. San Marcos tiene especialistas en todas las áreas básicas científicas: matemática, biología, física, química y naturalmente en los campos de las ciencias aplicadas como las ingenierías o la farmacia y la bioquímica. En el área de las ciencias médicas la universidad ha destacado desde sus inicios, con figuras como Daniel Alcides Carrión, Esteban Campodónico, Honorio Delgado, Hermilio Valdizán. Y en el campo de las humanidades una sostenida producción a lo largo de los siglos en literatura, lingüística, historia, antropología, sociología, filosofía, le da a la universidad una presencia descollante en el orbe hispano.

San Marcos, su gente, ha desarrollado a lo largo del tiempo, una característica que la distingue de todas las instituciones del país de cualquier índole: el sentido de pertenencia. Los sanmarquinos tenemos sano orgullo de ser lo que somos, por donde sea que vayamos, exhibimos nuestro origen, llevamos el nombre de nuestra universidad en nuestros corazones. Nos nutrimos de San Marcos y San Marcos se sirve de nosotros.

A lo largo del tiempo, una virtud que San Marcos ha cultivado con denuedo es la pasión por la libertad, con ella el ser humano puede educarse y hacer uso equilibrado de sus fuerzas, y por eso mismo, en las épocas sombrías de dictadura, esa opacidad, esa grisura, ha dañado la institución como en 1931 y 1932, cuando se vio obligada a cerrar sus puertas con la consiguiente diáspora de alumnos y profesores. Con un clima de libertad, la universidad ha sido capaz de renovarse, de investigar, de publicar trabajos en libros y revistas científicas.

Soñó una vez Carl Jung, el célebre médico psicoanalista, que habitaba una casa de tres pisos, no construidos encima de la superficie, sino desde abajo. En las cavernas más profundas estaban todos los que habían vivido a lo largo de los siglos, subiendo por una inmensa escalera, había un espacio lleno de libros, todos los libros producidos por la especie humana, y subiendo todavía más, cara al sol, había una hermosa casa con jardines, habitaciones iluminadas, comodidades contemporáneas.

Leído, interpretado con atención, este sueño es imagen de la vida del hombre, de la importancia del inconsciente. En un individuo, en un mismo instante, están los gestos, las actitudes de los miembros de la tribu, el saber adquirido, y las necesidades perentorias de cada día. Así también, la universidad de San Marcos, y todas las universidades del mundo, se remontan a los primeros tiempos a través de la arqueología, acompañan al hombre en su transcurrir a través de la historia de las comunidades y de la evolución de las ciencias básicas y las disciplinas de las ciencias aplicadas, conocen el despliegue de las humanidades a lo largo del tiempo y se enfrentan a los problemas del aquí y ahora en búsqueda de soluciones que mantengan la esperanza viva entre los hombres.

Enrique Rojas, un investigador español contemporáneo, en su libro de 1992, El hombre “light”, describe al nuevo bárbaro, más sabio que nunca, pero más inculto. Dice que se trata de un hombre relativamente bien informado, pero con escasa educación humana, muy entregado al pragmatismo, por una parte y a bastantes tópicos por otra. Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que percibe y en consecuencia se ha convertido en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que lo acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Y así nos encontramos con un buen profesional que conoce bien la tarea que tiene entre manos, pero que fuera de ese contexto va a la deriva, sin ideas claras, atrapado en un mundo lleno de información que lo distrae, pero que poco a poco lo convierte en un hombre superficial, indiferente, permisivo, en el que anida un gran vacío moral.

Años antes, José Ortega y Gasset había descrito a ese mismo individuo como un hombre sin cultura que vive de subterfugios, que se miente a sí mismo, imaginando un mundo muy simple y arbitrario, sabiendo que hay un mundo verdadero, enormemente complejo, preciso y exigente. Pero tiene miedo a abrirse paso en lo cierto que exigiría mucho de él y prefiere falsificar su vida reteniéndola hermética en el capullo gusanil de un mundo ficticio y simplicísimo.

¿Qué puede hacer la universidad ante esta situación que tenemos al frente? El filósofo lo ha dicho: primero que nada saber que la universidad es para los estudiantes y a través de ellos para el conjunto de la sociedad. Una institución dedicada solo a la investigación no es universidad, es una agrupación de científicos. Lo principal de una universidad es formar a sus estudiantes, en qué, en las grandes disciplinas culturales, en la imagen física del mundo, a través de la física y la química, en los temas fundamentales de la vida orgánica, a través de la biología, en el proceso de la evolución y los cambios de la especie humana, mediante la historia, en la estructura y funcionamiento de la vida social, mediante la psicología y la sociología y el plano del universo, mediante la filosofía. Nada de esto sería posible sin un manejo adecuado del lenguaje oral y escrito, la lingüística y la literatura.

La investigación, sin duda es la segunda tarea primordial de la universidad. Vivimos, sin retroceso posible, en la era de la investigación codificada y jerarquizada y difundida principalmente en revistas científicas que se van tornando digitales, sin ella, la universidad perdería su razón de ser. Sin embargo, dentro de ella hay mucho para meditar.

Un estudio reciente, difundido en la prensa, asegura que un artículo científico como promedio en el mundo es leído por diecisiete personas. ¿Es eso lo que queremos? ¿Para diecisiete personas escribimos? Y más directamente, en el Perú, en San Marcos, quiénes son nuestros lectores ideales, ¿hemos hecho sus perfiles? Y hay más preguntas todavía ¿debemos privilegiar las investigaciones aplicadas como creen algunos? La ciencia, la física por ejemplo, ha avanzado en el mundo, principalmente por la curiosidad de los investigadores, muchas veces ha ido a tientas, en la oscuridad, sin saber, ni siquiera aproximadamente dónde iba. Ese espíritu tiene que estimularse en todos los casos.

Hay todavía un tema, que concierne a la universidad y a la sociedad entera y que merece tratarse en una circunstancia como ésta: el desarrollo actual de la economía ha socavado el sistema democrático. Se ha implantado en todo el orbe un estilo único de vida presentado como ideal. La nueva forma de dominar a los hombres es transformar a los ciudadanos en consumidores. La política se ha convertido en espectáculo y esta exhibición depende del mundo mediático, tal como lo ha escrito Mario Vargas Llosa, otro ilustre sanmarquino, en su libro La sociedad del espectáculo. Encontramos en la televisión una imagen falsa de bienestar, progreso y prosperidad que contrasta con la miseria que sigue avanzando en el mundo. Hay una incapacidad para juzgar a esa cultura de los medios. Como ha sido estudiado por especialistas, el mensaje vacío, ese es el mensaje, la nada de la trivialidad, horas y horas pasadas en juegos de adultos que imitan a los niños.

La Universidad Nacional de San Marcos en el pasado ha intervenido de modo decisivo en la vida nacional. En sus aulas se han desarrollado debates sobre temas que nos conciernen a todos, de sus alumnos y profesores han surgido políticos de fuste y dirigentes del país. El crecimiento desordenado del Perú, la frustración de las comunidades políticas de reconocido vigor en otros años, y por qué no decirlo, el carácter repudiable de la conducta de muchos políticos, ha inhibido a la universidad peruana en su conjunto de uno de sus deberes: volcarse a la comunidad.

Hago aquí la propuesta de que San Marcos haga la política que le corresponde como la primera universidad del país y que en cada circunstancia que corresponda vuelva a los debates nacionales sobre temas cruciales para el desarrollo de nuestra patria para hacer otra vez decente la actividad política, atractiva para las nuevas generaciones. Se trata de cumplir la tercera gran misión de la universidad: volcarse a la sociedad en toda circunstancia. Y discutir siempre todo, no darlo por hecho.

Y pondré dos ejemplos para redondear esta exposición. ¿Es verdad o no es verdad que las sociedades mejoran su aumentan su PBI cada año? Parece que es verdad, pero cada vez hay más voces respetadas que aseguran que eso no es cierto, pues si esto ocurriera en todo el mundo se aceleraría el colapso de la sociedad humana como tal. ¿Y qué hay del cambio climático? ¿Seguiremos indiferentes? En todos los casos, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos tiene algo que decir. Y tiene que decirlo cada vez.

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