Mario Benedetti y el fútbol
Era el mediodía del 24 de abril del 2008. Mario Benedetti sentado sobre una larga mesa llena de libros, una serie de apuntes y un lapicero que siempre mantuvo en su mano, vestido de buzo blanco con rayas azules y con las piernas estiradas que posaba sobre un taburete, nos vio aparecer en su departamento del séptimo piso de la calle Zelmar Michellini 1337. El responsable de ese encuentro feliz había sido su secretario privado Ariel Silva, con quien había cruzado dos correos personales desde Lima.


En el principio estaba el verbo dice la Biblia y así lo entendió Alan García que tuvo en la palabra su mayor bastión de convicción, persuasión y poder. Era inmenso en el discurso en manifestaciones electrizantes que llenaban mentes y corazones. Y nadie era indiferente. Llegó al alma del Perú con su sonrisa y su entusiasmo. Y laceró ese espíritu colectivo con su postrera carta, obra maestra de la expresión política y humanista, corta y precisa para reflejar ese momento cumbre de la existencia humana en la que el hálito vital nos abandona. Fue su protesta ante el asesinato moral que sufrió, Por gesto propio dio por cumplida su misión.
En muchas oportunidades hemos estado analizando el profundo proceso de infiltración de agentes de grupos ultras, en lo político y en la violencia como método de lucha, en nuestra base social, pero especialmente en el campo, en las zonas de explotación que sustentan nuestra economía nacional.
El suicidio de Alan García nos deja consternados y conmovidos, especialmente a los que estudiamos Ciencias Políticas y vimos en él a uno de los políticos más inteligentes y a la vez controversiales de nuestros tiempos.
Hace unos días concluyó en Televisión Española Internacional (TVE Internacional) el programa "La mejor canción jamás cantada", una forma de llamar la atención a los televidentes que participaron en la búsqueda de la mejor canción de las ultimas 7 décadas.