¡Para que su sacrificio no sea en vano!
La trágica muerte de Alán García no puede ser conceptuada como el fin de una época, solamente. Debe significar para sus seguidores en particular y para los demócratas en general, la imposición de la tarea de luchar con denuedo y sin pausa, contra la maldad política y social que acabó con su vida. Ese fue el mensaje superior de quien se ofrendó para la posteridad.
Lo acontecido durante la mañana del 17 de abril del 2019, ha trastocado la linealidad del curso histórico. Hasta ese momento, se admitía –con renuencias es verdad– pero se admitía en los hechos, la persecución política disfrazada de formalidades jurídicas. Estábamos moralmente desarmados frente un melifluo discurso anticorrupción formulado estratégicamente desde la cima del poder, para esconder a unos mientras se culpaba a otros, con toda la grosera discriminación del caso. Vizcarra, congresistas, fiscales, jueces, comunicadores y demás esbirros, encontraron la licencia para toda clase de estropicios a la legalidad, pisotear los derechos fundamentales y quebrar la propia noción de Estado Constitucional de Derecho.