¿Dónde está el estado?
Desde que adquirí una discapacidad he sido mucho más consciente de que es necesario e importante educar a la población en cómo debe tratar a las personas con discapacidad. No es justo que a pesar del crecimiento económico que hemos tenido dese hace más de dos décadas, seamos uno de los países con menos accesibilidad para esta numerosa población, empezando por las dificultades para trasladarse en transporte público (con honrosas y poquísimas excepciones), ausencia de rampas en las calles, semáforos sin sonidos, calles sin la adecuación y señalización necesaria para personas con discapacidad visual para que puedan desplazarse, instalaciones públicas y privadas sin ascensores, y una larga lista de etcéteras.


Todo indica que nadie se salva de una suerte de pandemia nacional de corrupción en distintos niveles de la sociedad peruana. Sin embargo, los principales y más sonados casos de corrupción se evidencian en los núcleos humanos con altos nivel de educación y status social.
Se acentúa la tremenda crisis moral y política puesta al desnudo desde diciembre de 2016, cuando se reveló que la empresa Odebrecht, en las dos décadas anteriores, había efectuado pagos de sobornos a funcionarios públicos de 12 países, entre ellos el Perú, para ganar las licitaciones de obras públicas. Fue el punto de inicio del mayor escándalo de corrupción en Latinoamérica.
Nota de Redacción:
Escribo esta columna inmediatamente después de salir de un supermercado, en donde fui abordado por una persona que aparentaba algo más del medio siglo y, como decían nuestros ancestros, “muy bien hablada”.